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6/mar 2015, Viernes 2º de Curesma

Los labradores asesinos
Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: «Tendrán respeto a mi hijo». Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: «Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia». Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron: “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos”.
Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente que lo tenía por profeta.
Mateo 21, 33-43. 45-46

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb)
Esta parábola que acabamos de leer es una interpretación alegórica del texto de Isaías 5, 1-7, que compara al pueblo de Israel con una viña de la que Dios esperaba frutos, y en la que tan sólo halla violencia y lamentos.
Más que una nueva parábola es repetir un texto del Antiguo Testamento adaptándolo a una nueva situación que vive la Iglesia. El simbolismo es el siguiente:
La viña es el pueblo de Israel. Los arrendatarios son los soberanos y jefes que ha tenido el pueblo. El propietario es Dios. Los mensajeros son los profetas. El hijo es Jesús de Nazareth. El castigo de los viñadores significa el rechazo del pueblo de Israel. Los nuevos labradores que entregarán frutos a su tiempo, es la iglesia de los gentiles, abierta al mundo entero y comprometida con hacer fructificar el mensaje de Jesús. Del texto de Isaías toma el relato evangélico detalles tan significativos como la descripción del entorno: la cerca, el lagar, la torre...
La muerte que dan al hijo del propietario de la viña es una clara alusión a Jesús, muerto a manos de los poderes judíos y romanos. La alusión a Jesús es más clara todavía si tenemos en cuenta que los labradores malos «agarrando al hijo lo empujaron fuera de la viña y lo mataron», en clara alusión a Jesús, a quien sacaron de la ciudad de Jerusalén para crucificarlo fuera de las murallas.
Pero cuando Jesús narró esta parábola todavía no existían las primeras comunidades, ni la joven iglesia se había extendido por toda la cuenca del Mediterráneo...
¿Qué imagen de la vida ordinaria tenía Jesús cuando narró esta parábola? Según el profesor Joaquín Jeremías, Jesús debió tener ante su vista la situación en la que se hallaba la Galilea de su tiempo: Muchos campos, -tanto viñas como cereales-, eran latifundios que pertenecían a personajes importantes. Muchos de estos propietarios vivían en el extranjero. Es fácil imaginar la rebeldía que sentían estos humildes agricultores ante los emisarios de los dueños que venían a cobrar tributos sin piedad. Tal vez esta situación histórica dio pie a la narración de esta parábola.
Sea como fuere, esta parábola subraya un eje transversal del evangelio: El ofrecimiento de la salvación a los pobres y sencillos.
Los engreídos judíos han sido desplazados por el nuevo pueblo de Israel para el que ya no cuenta ni la raza ni la religión. Lo que cuenta es el corazón sincero que busca hacer fructificar el mensaje de Jesús.
Al educador cristiano también se la ha encomendado el cuidado de una viña. En sus manos se ha depositado un patrimonio que debe hacer fructificar.

Torre de viña con cabaña superior
La viña
El antiguo pueblo de Israel edificaba una torre en sus viñas para protegerlas de los merodeadores de cualquier clase. Sobre la torre se construye una barraca con ramas. Estas torres eran de varias alturas, desde los tres metros hasta los doce. En la viña se construye también el lagar para el pisado de la uva.
Las viñas grandes a menudo se arriendan a varios trabajadores. Cuando esto se hace, el campesino debe entregar al dueño de la viña la mitad o más del producto de la uva.
Lagar. Siglo I. Reconstrucción
Cuando llega el tiempo de la cosecha, el propietario enviará a sus siervos para asegurarse la uva que le pertenece, así como las pasas y del vino producido. Esto explica la parábola de los labradores asesinos.

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