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6/abr de 2015, Lunes de la Octava de Pascua

No tengáis miedo
Las mujeres se marcharon a toda prisa, del sepulcro: impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos».
Ellas se acercaron, se postraron ante Él, y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos, que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: “Decid que sus discípulos, fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.”
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia, se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
Mateo 28, 8-15

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Las mujeres de las que habla el texto de hoy ya han tenido una experiencia de la resurrección, pero ha sido incompleta: Han contemplado una tumba vacía y han sentido temor ante el anuncio de un ángel... pero eso no es suficiente para creer en la resurrección. Esta nueva narración va a descubrir a las primeras comunidades qué elemento falta todavía para creer en la resurrección de Jesús.
Jesús y las mujeres juegan un papel activo. Jesús les sale al encuentro y las saluda. Ellas le responden “acercándose, abrazando sus pies y adorándolo”. Aquí está resumida la verdadera experiencia de las mujeres y de la comunidad sobre la resurrección de Jesús. Ni el sepulcro vacío, ni la presencia de un ángel son razón suficiente para creer en la resurrección. El verdadero y único argumento de la fe consiste en aceptar a Jesús y hacer experiencia de su misma vida.
Los primeros cristianos debieron acumular muchos datos acerca de la resurrección del Maestro, pero la resurrección de Jesús no tiene otra prueba mejor que la de la propia experiencia, que no sólo serena los temores que nacen de ser discípulos de un ajusticiado por rebeldía, sino que compromete en acciones concretas que apuntan a un compromiso por construir el Reino.
¿Por qué ese interés en dirigirse a Galilea? Por un motivo teológico: Galilea es la región de la apertura a los gentiles y los paganos, Por el contrario, Jerusalén es símbolo de un judaísmo cerrado que no puede ofrecer nada nuevo. La nueva comunidad tiene vocación universal.
También existe un motivo histórico y geográfico: Los discípulos huyen de Jerusalén tras la muerte del Maestro. Parece ser que dirigieron sus pasos hacia Nazareth y Cafarnaún, poblaciones de Galilea donde habían permanecido varios años junto al Maestro. La arqueología ha hallado en Nazareth y en Cafarnaún las ruinas de dos casas convertidas en comunidad cristiana ya en el siglo I. En Nazareth, la aldea de Jesús, los discípulos constituyeron la «nueva familia de Jesús».
Mientras no tengamos esta experiencia concreta de seguimiento de Jesús, todos los argumentos elaborados mentalmente para probar la resurrección son meros racionamientos. La fe en la resurrección de Jesús no es tan sólo una reflexión racional, sino una vivencia personal.
La resurrección se comprende plenamente cuando intentamos vivir la misma vida del Resucitado. Al hacer esto, sentiremos vivo a Aquel a quien asesinó la injusticia, y comprometeremos nuestra vida en combatir el mal y contribuir al nacimiento de un mundo nuevo, donde todos seamos capaces de vivir como hermanos.

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