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8/abr de 2015, Miércoles de la Octava de Pascua

Le reconocieron al partir el pan
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. ( )
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída” Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.
A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escritura?”
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros que estaban diciendo: “Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”.
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Lucas 24, 13-35

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Hoy leemos una de las narraciones más bonitas del Evangelio: El relato de los discípulos de Emaús. Es la historia de dos discípulos abatidos y derrotados en encuentran la esperanza yendo de camino.
La localización geográfica de la ciudad de Emaús resulta problemática, porque a la distancia de los 60 estadios (11 kilómetros) que cita el evangelio, no hay ninguna ciudad llamada Emaús. La Emaús existente se hallaba a 160 estadios (31 kilómetros). Parece ser que esta diferencia se debe a errores de amanuenses.
La palabra Emaús hace referencia a «fuentes termales». En la ciudad que se halla a 31 Km. existen tres de estas fuentes cuyas aguas se conducía a través de canales. Fue un lugar de luchas nacionalistas, primeramente contra la invasión griega y posteriormente contra la dominación romana. Cien años después de la muerte de Jesús, esta ciudad fue destruida totalmente por los ejércitos romanos.
Pero la narración que leemos no centra su interés en datos geográficos. Sobre este escenario, se muestra cómo los creyentes deben hacer un «camino» de fe que les lleve a encontrarse con Jesús resucitado. Este relato es una «catequesis» para las primeras comunidades cristianas.
Las etapas progresivas de este camino están puestas en boca de los dos discípulos que caminan a Emaús. Los pasos de este itinerario de fe son:
- Los discípulos no descubren a Jesús cuando ven la vida desde la muerte. Jesús no pasa de ser un fracasado, y ellos unos pobres decepcionados.
- Los discípulos no descubren a Jesús cuando piensan que las estructuras injustas y el mal triunfan siempre. «Pensábamos que él iba a liberar a Israel, pero... »
- Los discípulos comienzan a entrar poco a poco en la luz, con una nueva interpretación de las Escrituras en las que se da sentido al esfuerzo y al sacrificio por transformar la realidad.
- Los discípulos descubren a Jesús cuando se abren al necesitado que camina con ellos, acogiéndole y ofreciéndole todo lo que tienen; compartiendo: “Quédate con nosotros, la tarde está cayendo y se termina el día”.
- Los discípulos encuentran a Jesús vivo y solidario en la celebración de la Eucaristía: «Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio»
- Los discípulos prolongan el encuentro con Jesús poniéndose en camino para comunicar la esperanza que han encontrado.
El educador cristiano ayuda a los niños y jóvenes a vivir un itinerario de fe. Les acompaña para que vayan descubriendo la presencia de Jesús en su caminar, tal como ocurrió con los discípulos de Emaús.
La antigua Emmaús
Población importante en el evangelio de Lucas, pero de dificil localización geográfica, porque a la distancia que refiere el evangelio (60 estadios = 17 Km.) no se halla ninguna población.
Sin embargo sí que existen los restos de una población denominada Emmaús a 31 Km. de Jerusalén. Fue famosa por cinco fuentes termales, cuyas aguas eran conducidas a termas a través de canales.
Como la palabra Emmaús significa «fuentes termales», seguramente el evangelio de Lucas se refiere a esta población.
Emmaús ya fue utilizada por Judas Macabeo, en el año 161 a C. en sus luchas contra los griegos. Sus habitantes se alzaron contra la ocupación romana. El procurador Varo la redujo a cenizas, quedando despoblaba y convertida en una aldea. En el siglo II d. C. los romanos reconstruyeron la ciudad y la denominaron Nicópolis. Aprovecharon las aguas termales existentes en el lugar.
Entre sus restos se hallan las ruinas de una iglesia cristiana del siglo IV.
Se conservan los muros, interesantes mosaicos y una piscina bautismal para bautizar por inmersión.


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