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5/may de 2015, Martes 5º de Pascua

La paz os dejo, mi paz os doy
Dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.
Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago».
Juan 14, 27-31

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbEl saludo era, para los antiguos pueblos orientales, como un pacto de fórmula breve. Al encontrarse dos personas judías se decían: «Shalom», que significa paz; una paz integral que engloba multitud de deseos positivos.
Cuando a una persona se le negaba el saludo, estaba en peligro. Por ejemplo: los hermanos del patriarca José terminaron vendiéndole a unos mercaderes de esclavos por veinte monedas de plata... Eso sólo fue tan sólo el desenlace. Primeramente le habían negado el saludo (shalom) y ya no hablaban con él.
La cultura de la no-violencia distingue entre paz negativa y paz positiva. La paz negativa es ausencia de violencia física y verbal. La paz positiva es promoción, cooperación, fraternidad, encuentro mutuo, aceptación de las diversidades del otro como medio para el enriquecimiento mutuo...
En el mejor de los casos, la paz que propugnan las grandes potencias es imposición de un bando que silencia al otro, tranquilidad porque el enemigo ha sido reducido.
Las guerras regionales o locales, diseminadas por todo el mundo, son semillas que sólo generan futuras cosechas de odio y venganza.
Esta es la «paz» que fabrica el mundo. Y mientras exista este modelo de paz, se están preparando nuevas guerras, porque los derrotados, tarde o temprano, reivindicarán lo perdido, generando un nuevo conflicto.
Por eso Jesús habla de una paz distinta a la del mundo. Jesús habla de la paz que Él da, en la que no hay derrotados, ni explotados, ni oprimidos, ni silenciados... Es la paz que se construye sembrando igualdad de derechos, dignidad para todos, solidaridad y fraternidad.
Es la paz de la fraternidad universal, no la paz de la amenaza, o la paz que imponen las grandes potencias, que pasan a la guerra cuando sus intereses son amenazados, sin hacer caso a la ética más elemental.
Existe también una paz pequeñita que construimos cuando discutimos con alguien sin buscar silenciarlo, sino intentando descubrir la razón que a ambos acompaña para poder hallar un punto de
encuentro sólido.
Los educadores cristianos educamos para la paz. Pero no para una paz asentada en esa ética que se conforma con cumplir las leyes impuestas por el estado y el contrato social.
Cuando educamos tan sólo para cumplir con una ética jurídica, la sociedad se judicializa y surgen problemas por doquier. El educador cristiano busca formar la conciencia con los auténticos valores de una paz más profunda que va más allá de la mera convivencia nacida del respeto a las leyes.

Shalom
Antigua expresión hebrea que significa «paz». Probablemente el pueblo hebreo heredó esta palabra de los cananeos, antiguos habitantes de Palestina. Esta expresión se ha conservado hasta nuestros días. En sus orígenes no era tan sólo un saludo verbal, sino que iba acompañado de una gran variedad de gestos corporales que le otorgaban sentido.
Shalom, en su forma verbal equivale a nuestro saludo ordinario.
Shalom, acompañado de un beso, es saludo fraternal que refuerza la cercanía y la amistad.
Shalom, con la entrega de un poco de sal, equivale a realizar un pacto duradero en el tiempo.
Shalom, inclinando el cuerpo en actitud de postración, significa sellar un tratado de paz, mostrando a la otra persona que se abandona toda actitud violenta.

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