A mis queridos amigos: el Director, Maestros, Profesores, alumnos y todos los moradores del Colegio de Lanzo.
Dejad que os lo diga y nadie se dé por ofendido: sois unos ladrones; lo digo y lo repito, me lo habéis robado todo.
Cuando fui a Lanzo me encantasteis con vuestra bondad y cariño; aprisionasteis las facultades de mi mente con vuestra piedad; me quedó todavía este pobre corazón, cuyos afectos me robasteis por entero. Y ahora vuestra carta, firmada por doscientas manos amigas y queridísimas, se ha apoderado de todo este corazón; no ha quedado en él más que un vivo deseo de amaros en el Señor, de haceros el bien y salvar vuestra alma.
Este generoso rasgo de afecto me invita a...
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