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22/feb 2015, Domingo 1º de Curesma

Tentaciones en el desierto
Giebel Qarantal. Monasterio de San Jorge
El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio».
Marcos 1, 12-15
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb)
Es curioso observar cómo el evangelista Marcos no cuenta en qué consistió la tentación que Satanás tendió a Jesús en el desierto; se limita a decir que, tras el Bautismo, «el Espíritu de Dios lo empujó al desierto. Se quedó allí cuarenta días y Satanás lo ponía a prueba; estaba con las fieras y los ángeles le servían» A partir de este momento, Satanás desaparece de la escena evangélica, y quienes tientan a Jesús son siempre personas de carne y hueso, en concreto los fariseos y, en una ocasión, Pedro.
Por parte de los fariseos, representantes cualificados de la ideología de la sinagoga, Jesús sufrió una triple prueba o tentación. Veámoslo.

Primera prueba: ¿Es Dios de todos o sólo de los judíos?
Jesús representaba la imagen de un Dios que amaba a todos los hombres, pertenecieran o no al pueblo judío. Por eso dio a comer pan y pescado dos veces, una entre judíos y otra entre paganos (Mc 6 y 8). La segunda vez "salieron los fariseos -que no aceptaban la imagen de un Dios así- y se pusieron a discutir con él; para ponerlo a prueba le pidieron una señal que viniera del cielo", o lo que es igual, un milagro aparatoso que probara que Dios confirmaba el modo de actuar de Jesús, universalista y abierto. Pero Jesús se negó a hacer más señales de las ya hechas.
Con el doble reparto de panes y peces quedaba suficientemente probado que Dios amaba por igual a judíos y paganos. A buen entendedor, pocas palabras. Jesús no cayó en la tentación.

Segunda prueba: ¿Hombre y mujer son iguales?
El Maestro consideraba que hombre y mujer son seres situados al mismo nivel de igualdad; nada legitimaba las relaciones de dominación de éste sobre aquella. Bien lo sabían los fariseos que, a pesar de ello, "se le acercaron y le preguntaron para ponerlo a prueba: ¿le está permitido a un hombre repudiar a su mujer?" (Mc 10,2). Se planteaba con esta pregunta la legitimidad del ejercicio del derecho del hombre a divorciarse, no de la mujer, pues ésta no podía solicitar el divorcio en Israel. Jesús no acepta este planteamiento y responde: Si Moisés permitió que el hombre despidiera a la mujer fue "por lo incorregibles que sois... Pero al principio del mundo Dios los hizo varón y hembra... Luego lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". Afirmando la indisolubilidad del matrimonio, Jesús trata de defender a la mujer indefensa ante la frecuente arbitrariedad del marido que la podía despedir por cualquier motivo, condenándola a la mendicidad. Jesús no cayó en la tentación.

Tercera prueba: ¿Quién manda: Dios o el César?
"Le enviaron unos fariseos partidarios de Herodes para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le preguntaron: ¿Está permitido pagar tributo al César o no?" (Mc 12,l3ss). Y Jesús respondió: "Devolved al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios". Tanto el César como los fariseos habían ocupado el puesto de Dios y oprimían al pueblo. Una autoridad así no es competente y hay que romper con ella. Todo poder que oprime no tiene el respaldo divino, sea civil o religioso.
Tres pruebas, pero una única tentación: la de dividir el mundo en bloques antagónicos: judíos-paganos, hombre-mujer, Dios-César. Los fariseos -y cuantos por cualquier motivo hacen nacer la división entre los hombres- son Satanás en persona.

El Monte de las Tentaciones
La tradición sitúa en Gebel Qarantal (Monte de la Cuarentena) el lugar cercano a Jericó donde Jesús se retiró al desierto. Esta zona del desierto de Judá ya fue habitada por penitentes que se albergaban en sus numerosas cuevas, antes de Jesús.
Los monjes cristianos hicieron de estas cuevas lugar de soledad y penitencia. Les denominaron: duka. En la imagen, vista interior de una cueva-ermita.




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