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Convivencia El Milagro de las castañas 2024


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24/may de 2015, Domingo de Pentecostés

Recibid el Espíritu Santo
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
- "Paz a vosotros".
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
- "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo".
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".
Juan 20, 19-23

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbEn el calendario cristiano, la fiesta de Pentecostés conmemora el envío del Espíritu Santo, cincuenta días después de la resurrección del Señor. En la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús acontece el misterio de salvación. Si la Pascua y Resurrección de Jesús ha sido como un Nuevo Éxodo y una nueva liberación de la esclavitud, cincuenta días después celebramos la nueva Alianza, las nuevas leyes de la fraternidad que nos llevan a construir un mundo más solidario con la ayuda del Espíritu del Señor.
El pequeño grupo de discípulos se encontraba atemorizado, desanimado, después de la tragedia de la crucifixión y muerte de Jesús, “con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Las fuerzas dominantes parecían haber logrado sus intenciones de acallar la novedad iniciada por Jesús.
Pero entonces “llegó Jesús”. El crucificado se manifiesta vivo entre ellos. La comunidad experimenta la alegría de la resurrección. El Resucitado está presente en medio de la comunidad, pero no para que ellos se complazcan en sí mismos y se mantengan encerrados. Él los envía como testigos de la Vida: «como el Padre me envió a mí, así os envío a vosotros».
En el evangelio de Juan, el don del Espíritu Santo está asociado también al perdón de los pecados. Porque el pecado es el signo de todos los males que nos pueden afligir a los seres humanos. El pecado es la injusticia, la opresión, la violencia y la muerte. Él es la causa de todas nuestras lágrimas. Cuando el Espíritu de Dios perdona nuestros pecados volvemos a nacer y el mundo se renueva delante de Dios, liberándose de la carga de males que le afligen Terminamos la celebración del tiempo pascual. El tiempo pascual de este año 2004 ha estado marcado, un año más, por el odio y el dolor sobre la tierra que viera nacer, vivir, morir y resucitar a Jesús de Nazareth. Su tierra y sus gentes siguen esperando la resurrección de la paz.

23/may de 2015, Sábado 7º de Pascua

Tú sígueme
Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?» Jesús le contesta: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme”.
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?”
Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.
Juan 21, 20-25

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbEn el evangelio de ayer veíamos cómo el amor que le debemos a Jesús, debe terminar convirtiéndose en entrega y servicio a los hermanos desde la humildad.
Jesús le señala a Pedro que este servicio debe transformarse en una especie de pastoreo: “apacienta mis corderos... apacienta mis ovejas”... Jesús ya había explicado en qué consistía “apacentar” las ovejas: en dar la vida por ellas, frente a los lobos que tratan de devorarlas.
El verbo “apacentar” está más lleno de ternura, de entrega y de respeto por las tímidas y asustadizas ovejas, que de autoridad sobre ellas. Por eso creemos que cuando Jesús le confía a Pedro el pastoreo de su rebaño, no le está encargando ejercer ningún dominio sobre los otros. Esto era lo que los discípulos tanto anhelaban, antes de su conversión, queriendo ser cada uno el “mayor”. Esto significa que el pastoreo o el cuidado que Pedro debía tener por los corderos y las ovejas debía estar exclusivamente en la línea del amor. Amar sin dominar es el modelo de pastoreo o de gobierno que propone Jesús para su comunidad.
Además de todo lo dicho, todavía hay algo esencial en el texto que viene marcado por la actitud de Pedro: Con frecuencia, y con la mejor buena voluntad, la autoridad corre el peligro de querer unificar los caminos de aquellos a quienes consideran sus súbditos.
Y unificar caminos es quitar la riqueza de la diversidad y desautorizar al Espíritu.
Pedro manifiesta esta tendencia, al querer enterarse del destino que Dios tenía sobre su compañero Juan. Trata de comportarse como quien se siente con autoridad para meterse en la vida del otro. Por eso Jesús lo corrige con una expresión algo cortante: “Si quiero que éste se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué te importa?”.
Es necesaria la diversidad de caminos, en la medida en que son diversas las necesidades del ser humano al que hay que servir. Jesús quiere que la unidad del grupo se dé para bien de los hermanos débiles, que requieren diversas respuestas a sus distintas necesidades. Y el encargo preciso que le da Jesús a Pedro -el hermano mayor, que debe llevar a todos a la unidad- es que no se considere el centro de esa unidad, sino el promotor de la misma. Porque la unidad sigue girando en torno a las ovejas necesitadas.
¡Qué interesante sería que los cristianos de hoy, en lugar de preocuparnos tanto por estar unidos en la formulación doctrinal, nos preocupáramos por estar unidos en la solidaridad con los excluidos de esta sociedad de bienestar, dotada de una flamante economía de mercado que también entra en crisis!

Una Iglesia universal
La acción del texto transcurre en las tranquilas orillas del Mar de Galilea, tras una noche de pesca.
Los apóstoles no han conseguido pescar nada.
Jesús les anima en la tarea de pescadores y en la tarea de anunciar el Evangelio a todos los confines
del mundo.
El hecho de que estas escenas tengan lugar en la región de Galilea (tierra de paganos) tiene un profundo significado: Jesús envía a sus discípulos a predicar a todos los confines del mundo.
La Iglesia es universal, abierta a todas las razas y culturas.


22/may de 2015, Viernes 7º de Pascua

Apacienta mis ovejas
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro:
“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”
Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice: “Apacienta mis corderos”.
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Él le dice: «Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:
“Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”.
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: “Sígueme”.
Juan 21, 15-19

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbCon una cierta ingenuidad se ha querido ver en este texto la primacía de Pedro sobre los demás apóstoles... y esta primacía se ha trasladado, con el paso de los siglos, al Papa, obispo de Roma.
Con la reflexión que hoy hacemos, no queremos desmerecer el primado de los sucesores de Pedro (los Papas), sino situar este trozo del evangelio en el contexto en el que fue proclamado. Se trata de un contexto de humildad y no de exaltación.
Jesús resucitado se aparece a un grupo de apóstoles. Y, encarándose a Pedro, le pregunta si le ama...
Esta pregunta ya la había hecho Jesús a Pedro antes de la Pasión. Y Pedro, pescador avezado a las borrascas del Mar de Galilea, de carácter fuerte y vehemente, le había dicho que le amaba más que nadie, que daría la vida por Él... La realidad fue muy otra: Cuando comienza la pasión de Jesús, el fanfarrón de Pedro le negará tres veces, «antes de que cante el gallo», a raíz de la pregunta de una criada.
En el texto del evangelio que leemos hoy, el Pedro que hallamos, dista mucho de ser aquella persona orgullosa. Se cuida muy mucho de decir que ama a Jesús «más que los demás». La experiencia vivida le ha hecho madurar en humildad.
Pedro, el apóstol impulsivo, que apreciaba de veras a Jesús, aunque se mostró débil por miedo a la muerte, tiene ocasión de reparar su triple negación con una triple profesión de aprecio a Jesús. Y Jesús, viendo su humildad, le va a rehabilitar ante los demás, diciéndole: «Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos». La frase es muy importante, porque hace referencia a que Pedro será como el Buen Pastor, símbolo que había utilizado Jesús, inspirándose en el magnífico capítulo 34 de Ezequiel, en el que se dice que Dios vendrá a su pueblo como un Buen Pastor que cuida a sus ovejas, las protege, preserva de todo mal y entrega la vida por ellas.
Estamos a punto de terminar el tiempo de Pascua. Estamos a tiempo de mostrar nuestra humildad y reafirmar nuestro amor a Jesús, como hiciera Pedro, con su misma humildad.
El educador cristiano hace esfuerzos por conjugar exigencia con sencillez y humildad. Ser el guía de un pueblo de jóvenes requiere ponerse al frente, impulsar, corregir, reconducir actitudes... Todo ello debe hacerse desde la sencillez, la cercanía personal y una buena dosis de humildad.

Apacienta mis ovejas
Para cualquier judío de tiempos de Jesús, la frase ‘apacienta mis ovejas’, pronunciada en un contexto religioso, tan sólo podía hacer referencia a una realidad: A la profecía de Ezequiel.
En esta profecía se describe, de forma magistral, a Dios como a un Buen Pastor que cuidará de su pueblo personalmente, de forma solícita y entregada. (Ez 34, 13-31)
Cuando Jesús indica a Pedro que ‘apaciente las ovejas’ le está invitando a convertirse en un Buen Pastor, a imagen de Dios... y a imagen de Jesús, capaz de entregar la vida por aquellos que le han sido encomendados.
Los cristianos que asumen la responsabilidad de hacer concreta e histórica la fe, tienen en la imagen del Buen Pastor un modelo a seguir.

21/may de 2015, Jueves 7º de Pasua

Que sean completamente uno
Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
«Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos».
Juan 17, 20-26

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbEl capítulo 17 del Evangelio de Juan ha sufrido muchos siglos de «secuestro». Con frecuencia se le ha presentado como «la oración sacerdotal», haciendo creer que Jesús estaba rezando por «sus sacerdotes».
Pero la mirada de Jesús va más allá, pues los sacerdotes, -tal y como los entendemos hoy-, no estaban todavía constituidos cuando se escribía el evangelio de Juan, allá por el final del siglo I de nuestra era. Esto no significa que se niegue valor al “sacerdocio”.
Los “sacerdotes” en la iglesia tienen su propia historia.
Conviene devolver este extraordinario capítulo a toda la comunidad cristiana. Estos son sus verdaderos destinatarios. Las cosas altas, profundas e inmensas que dice todo el capítulo son para cristianos de a pie, cristianos ordinarios que vivían sin poder y sin prestigio, con el único deseo de parecerse a Jesús su Maestro. Aquellas comunidades, aunque eran insignificantes en medio del Imperio Romano y estaba en la lista de las minorías sociales, tenía un puesto de privilegio en el corazón de Dios.
La primera parte del capítulo es una oración por la comunidad presente. La segunda parte es una oración por la comunidad futura. En esta comunidad futura están precisamente todos aquellos que, siendo de otras culturas, se incorporarán al cristianismo, atraídos por los planteamientos de Jesús. Estamos incluidos nosotros.
La incorporación al cristianismo de personas de toda raza y cultura rompió el muro de la división y de la exclusión, que de hecho habían montado las tres culturas entonces reinantes. El judío excluía de la salvación a quien no estuviera bajo la Ley y la circuncisión; quien no era judío era un pagano. El griego despreciaba a quien no poseía su sabiduría; no ser griego era signo de ignorancia. El romano sólo reconocía derechos a quien tuviera la ciudadanía romana; quien no fuera ciudadano romano era un siervo o un esclavo. Jesús intuye la necesidad de unidad para su comunidad futura, que deberá ser multiétnica y pluricultural.
El texto hace referencia a la unidad... Quienes hallan en Dios un vínculo de unidad, se sienten hermanos
resucitados y nuevos, porque el amor, la solidaridad, la igualdad y la fraternidad es el camino para borrar diferencias y comprender que, a pesar de la diversidad, todos los hombres y mujeres tienen el corazón del mismo color... El evangelio de hoy aporta luz a los problemas actuales de la inmigración, la fusión étnica, el mestizaje cultural... y tantas situaciones nuevas que nacen de un planeta entendido como «aldea global».
El educador cristiano, siguiendo el texto que acabamos de leer, se constituye en educador para la pluriculturalidad; una necesidad para el tiempo de hoy marcado por nuevas migraciones.

Expansión del cristianismo. Siglo I

20/may de 2015, Miércoles 7º de Pascua

Que sean uno, como nosotros
Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
«Padre santo guarda en tu nombre a los que me has dado. Para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad».
Juan 17, 11-19

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbJesús se preocupa de sus discípulos y por los problemas y dificultades que van a sobrevenirles en el futuro.
De igual modo que él los guardó para que no se perdieran, y procuró que fueran madurando como personas y como creyentes, siente también preocupación por ellos en este momento decisivo.
Cuando Jesús dice «mundo» está refiriéndose a las situaciones negativas de la historia: A la cizaña que crece mezclada con el trigo... Jesús tiene una visión muy realista de la humanidad. En su caminar ha encontrado situaciones de amor y sencillez, capaces de llenar de sentido la vida. Pero también ha tropezado con corazones endurecidos e hipócritas que se aupaban sobre las espaldas de los más pobres. Jesús fue bueno, pero no ingenuo.
Jesús indica a aquellos primeros cristianos, que no hay que eludir las situaciones negativas, sino que hay que hacerles frente, comprometiéndose en la transformación positiva de la realidad. Y ello tan sólo se consigue formando un grupo de creyentes unidos en lo esencial. Jesús les invita a vivir en unidad. Y las primeras comunidades salvaguardarán la unidad a pesar de ser muy distintas entre ellas.
Pero el texto de hoy encierra una segunda enseñanza muy sutil: La dinamicidad. Jesús no ve a su comunidad como un grupo estático, sumergido en la quietud mística del grupo integrista. Para Jesús, aquel grupo de discípulos es un grupo dotado de vitalidad. Así quiere que sea el grupo de sus seguidores: Gente en constante y continua evolución, implicados en los problemas del «mundo», pero sin venderse a la comodidad, al poder, a la violencia o a la desesperanza.
El educador cristiano halla muchas ocasiones para hacer operativa esta enseñanza de Jesús: Los niños y los jóvenes viven su vida de cara al futuro. Para ellos todo está por venir. El educador cristiano tiene ante sí la hermosa misión de traducir la fe cristiana a palabras, gestos y expresiones comprensibles para la emergente cultura juvenil.

Éfeso
Éfeso es una de esas grandes ciudades a las que se dirigen los primeros cristianos para anunciar la Palabra del Señor.
Esta urbe contaba, en tiempos de Jesús, con 250.000 habitantes.
Se hallaba situada fuera de los límites de Israel, en Asia Menor (actual Turquía)
Disponía de una interesante red de alcantarillado, teatro con capacidad para 25.000 personas sentadas, anfiteatro, una magnífica biblioteca, baños, templos...
Unos grandes soportes de hierro sostenían lámparas de aceite que iluminaban las grandes calles por la noche proporcionando el primer alumbrado nocturno de la historia.
Los primeros cristianos supieron adaptar su mensaje a la nueva cultura en la que se sumergieron.
La ciudad de Éfeso adoraba a multitud de divinidades paganas.
Este fue uno de los escollos contra los que tuvieron que enfrentarse los primeros cristianos.
En las ruinas de esta ciudad se ha hallado una imagen de la diosa «Nike», que en griego significa:
Victoria. (Imagen inferior).
El nombre de una conocida marca de prendas deportiva proviene de esta palabra griega: Nike.
Éfeso. TeatroCapacidad 28.000 personas

NIKE Diosa de la Victoria

19/may de 2015, Martes 7º de Pascua

Padre, glorifica a tu Hijo
Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste.
Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo.
Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».
Juan 17,1-11a

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbEste texto se conoce como la «Oración sacerdotal» de Jesús, desde que así lo denominara el teólogo protestante David Chytaus. Este título se justifica porque Jesús es como un sacerdote que se ofrece a sí mismo y reza por su pueblo. Y tiene sentido porque Jesús está próximo a ofrecer su vida como sacrificio para salvación de todos.
Cuando Jesús habla de su «hora», nos está hablando del momento definitivo que coronará su carrera mortal: su muerte. Su muerte es «su hora».
Fueron los profetas del Antiguo pueblo de Israel quienes acuñaron esta expresión: «la hora» Con ella hacían referencia al momento en el cual iba a terminar este tiempo y a llegar el inicio del Reino de Dios. «La hora» es el momento en el cual terminará un mundo de injusticias y sinsabores y dará comienzo el tiempo del Mesías.
En el evangelio Jesús identifica esta «hora» anunciada por los profetas con el momento del sufrimiento y la muerte: el momento en el cual Él entregará su vida por todos.
Aunque suene extraño, para Jesús su muerte era lo más positivo de su vida. Ella era el momento de entregar su vida por los demás, de ratificar la veracidad de sus enseñanzas y de confirmar la validez de sus obras.
Cuando los evangelistas citen la hora de la muerte de Jesús, dirán que ocurrió alrededor de las tres de la tarde. No es un dato cronológico, sino teológico: Las tres de la tarde era la hora en la que se realizaba el sacrificio de la tarde en el Templo de Jerusalén. Jesús está ofreciendo su vida de igual forma que sobre el altar de piedra del Templo de Jerusalén se están sacrificando los corderos.
En este ambiente Jesús va manifestar su principal preocupación: Los discípulos que están ahora con él, y los discípulos que seguirán el camino hacia Dios que Él va a iniciar.
Ser creyente es participar de este camino que abre Jesús hacia Dios.

«En medio del mundo»
Las primeras comunidades cristianas se extendieron rápidamente por la cuenca del Mediterráneo.
Las primeras ciudades donde se establecieron fueron las de Asia Menor: Éfeso, Antioquía, Esmirna, Sardes...
Estas ciudades eran grandes urbes, algunas de más de 200.000 habitantes (Antioquía y Éfeso). Todas ellas estaban habitadas por ciudadanos de cultura griega.
En sus calles se alzaban templos en honor a los dioses paganos.
La cultura griega erigió también multitud de teatros, anfiteatros, hipódromos, gimnasios...
Los primeros cristianos se vieron inmersos en este mundo pagano. Lejos de acobardarse,
fueron capaces de anunciar el mensaje de Jesús de Nazareth con palabras y gestos comprensibles para aquella cultura.
Éfeso.Biblioteca Celso

MosaicoDivinidades: Océanos y Theis

18/may de 2015, Lunes 7º de Pascua

Tened valor: yo he vencido al mundo
Dijeron los discípulos a Jesús:
«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios».
Les contestó Jesús:
«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
Juan 16, 29-33

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbEl Evangelio de hoy está escrito desde la vida y las experiencias que viven las primeras comunidades cristianas. Estas primeras comunidades están configuradas por creyentes que han visto a Jesús morir y resucitar, y han aceptado que Jesús es la vida y el amor de Dios Padre presente en medio de ellos... Pero al mismo tiempo son perseguidos, sufren y sienten que se tambalea su fe. Incluso descubren entre ellos limitaciones y fracasos, debilidades y pecados. También han comenzado a extenderse por áreas geográficas que no conocen la fe en Yahvé... y que nunca oyeron tampoco hablar de Jesús de Nazareth. Se sienten perdidos en ciudades de gran nivel cultural.
En esta situación, confían en Dios y en Jesús resucitado. Saben que Dios es fiel, y que no abandona nunca la obra de sus manos.
Leyendo con atención el evangelio llama siempre la atención la falta de fe que muestran aquellos primeros discípulos. ¿Cómo es posible que Jesús continúe con los mismos discípulos, si estos no le dan garantías? Pero Jesús siguió hasta el final con aquellos discípulos a quienes había convocado. Y los quiso hasta el final, y les mostró todo el amor y confianza. Así fue como hizo de ellos las piedras angulares del nuevo pueblo de Dios.
Del evangelio de hoy aprendemos dos enseñanzas: Dios nos quiere a cada uno de nosotros. Nos cuida constantemente para que demos fruto abundante, a pesar de nuestra limitaciones y debilidades.
Y aprendemos una segunda enseñanza: No debemos andar lamentándonos constantemente de las personas que comparten con nosotros el camino de la vida. Lo que hay que hacer es lo que hizo Jesús: Apoyar, ayudar, amar, confiar, ofrecer nuevas oportunidades...
El educador cristiano asimila esta enseñanza de Jesús. Sigue el mismo proceso educativo que realizó Jesús con sus discípulos. No anda quejándose constantemente de aquellos chicos y chicas con quienes desarrolla su actividad. Son pequeños, limitados, inconstantes... pero todos ellos tienen una semilla de bondad que, aunque a veces escondida, está esperando a dar fruto.

Un inicio difícil
Los primeros discípulos de Jesús no tuvieron fácil el inicio de su misión.
Debieron tener mucha fe en Cristo Resucitado para salir adelante de varias dificultades.
Destrucción de Jerusalén. 
La gran mayoría de ellos eran de cultura judía. La destrucción del templo de Jerusalén en el año 70 por las legiones romanas, debió suponer un duro golpe en lo social, político y religioso.
Grandes ciudades
Los discípulos conocían las pequeñas ciudades y aldeas de Galilea. Cuando se deciden a proclamar el mensaje de Jesús en Asia Menor, se encuentran con ricas y prósperas ciudades, repletas de templos, progreso y cultura. ¿Qué pueden hacer ellos en aquellos grandes centros económicos y culturales?
La persecución.
En Jerusalén se desató muy prontamente la persecución contra los primeros cristianos.
Herodes Agripa, nieto de herodes El Grande, arremete contra aquellos primeros cristianos que tienen que huir y refugiarse en otros lugares.
Antioquía. Pescador · Mosaico

Palmira. Templo

17/may de 2015, Domingo de la Ascensión

Proclamad el evangelio al mundo entero
Se apareció Jesús a los once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Marcos 16, 15-20

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbAunque se trata de un texto tardío, contiene enseñanzas que circularon entre las primeras comunidades cristianas, y que resultan muy interesantes y actuales para nosotros:
Jesús se despide de los discípulos con un doble encargo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación" y «Bautizar» De ahora en adelante no deberán limitarse al pueblo judío, pues el mensaje es universal y mira a la humanidad entera.
Ya no hay un pueblo elegido, sino que es toda la humanidad la elegida y destinada a experimentar la salvación de Dios. Ningún rincón de la tierra, ningún país, ningún grupo de personas estará excluido en principio del Reino, pues Jesús ha venido para que no haya excluidos del pueblo ni pueblos excluidos.
Es un mensaje que rompe con las visiones cerradas e integristas. Aquellos primeros cristianos ya habían comprendido que todas las culturas poseen “semillas” o elementos del evangelio, ya que todas están llenas de valores positivos.
Anunciar el evangelio frente a una cultura no es avasallarla, destruirla, desvirtuarla, sino descubrir los valores que el mismo Dios ha puesto en ellas. En este sentido, «evangelizar es entrar en diálogo» con las otras culturas.
Cuando estamos convencidos de que Dios se revela a todas las culturas, en todos los tiempos, entendemos las evangelización como un mutuo enriquecimiento: el evangelio comunica a la cultura novedad y claridad en sus contenidos, mientras la cultura le ofrece la fuerza de su propia tradición, la riqueza de sus propias búsquedas y la novedad de sus propias expresiones simbólicas.
Lo que se puede aplicar a todas las culturas del mundo, también debe ser aplicado a la cultura juvenil.
Cada generación de jóvenes posee su propia cultura. Como toda cultura, tiene aspectos positivos que contribuyen a mejorar el mundo y aspectos que deben ser iluminados por el Evangelio.
El educador creyente se siente llamado a proclamar la vida y salvación de Dios en medio de la cultura juvenil.

16/may de 2015, Sábado 6º de Pascua

Dejo el mundo y me voy al Padre
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.
Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.
Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».
Juan 16, 23b-28

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbJesús está hablando a los discípulos de su partida: una partida que va a ser dura y difícil de entender porque va a producirse a través de la vergonzosa muerte en cruz; suplicio reservado a rebeldes, terroristas y desalmados.
A la hora de la verdad, no se trata de aceptar que ha muerto un profeta bueno que pasó haciendo el bien, sino de reconocer, en el ajusticiado Jesús, al Hijo resucitado por el Padre.
La muerte de Jesús es muy incómoda porque nos hace preguntas como estas: ¿Por qué debe morir el más inocente de los hombres?... O, ¿por qué parece que la injusticia triunfa sobre el bien y la bondad?... La respuesta no está en el mismo hecho de la muerte, sino en lo que la supera: en la resurrección.
Sólo la resurrección acalla todas nuestras preguntas, nuestras dudas o conflictos mentales.
Sólo la vida le da respuesta a la muerte. ¿Para qué preguntar sobre la muerte si ésta, por la resurrección, ha sido ya vencida? ¿Para qué preguntarnos sobre los injustos vencedores, si su jactancia ha sido silenciada? ¿Para qué preguntarnos sobre la cruz, si de ésta sólo quedan las cicatrices?
Sin embargo creer en la resurrección resulta muy incómodo. Porque creer en la resurrección no es solamente afirmar, desde una fe ciega, que el Padre devolvió la vida a Jesús y que él fue el «primer nacido de entre los muertos»... Creer en la resurrección es afirmar también que el mal que vemos a nuestro alrededor no va a triunfar, a pesar de sus éxitos. Es creer que algún día, el ser humano, con la ayuda de Dios, será capaz de vivir en paz, sin las grandes violencias que asolan a nuestro planeta, y sin las pequeñas violencias que hacen nido en tantos hogares o en nuestro entorno inmediato.
Creer en la resurrección es confiar en las semillas de bien que hay en cada persona, creada a imagen de Dios. No puede decirse creyente en la Resurrección quien afirma que el bien y la vida han perdido definitivamente la partida en nuestra historia. La Resurrección de Jesús no es tan sólo un hecho enigmático del pasado. La resurrección de Jesús es un hecho que recorre la historia de principio a fin.
¿Qué educador cristiano puede afirmar, al ver a los chicos y chicas que presentan mayores problemas, que no tienen solución, que son «carne de cañón», que están perdidos definitivamente...? Quien así habla, olvidándose de renovar su entrega en bien de estos chicos y chicas, difícilmente puede afirmar que cree en la Resurrección... por muy cristiano que se declare.

Iconos
Los antiguos iconos, expresión del arte cristiano más primitivo si exceptuamos las imágenes de las catacumbas, muestran habitualmente a Cristo resucitado. Los creyentes de los primeros siglos intuyeron que la fuerza y el sentido de la fe cristiana radica en la Resurrección de Jesús. Así lo plasmaron en numerosas tablas que han perdurado hasta nuestros días.
La elaboración de un icono es un proceso en el que se mezcla el arte y la oración. El proceso artístico incluye momentos de oración y adoración, de tal forma que el artista eleva su espíritu a Dios cuando realiza la obra.



15/may de 2015, Viernes 6º de Pascua

Nadie os quitará vuestra alegría
Dijo Jesús a sus discípulos:
“Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada”
Juan 16, 20-23

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbCuando se escribe este texto, las comunidades cristianas ya han comenzado a extenderse por el entorno geográfico que circunda a Israel: Asia Menor (actual Turquía), Grecia...
Es el momento de reflexionar sobre el sentido de la presencia física de Jesús entre el grupo de apóstoles, y las sensaciones de esfuerzo y sufrimiento que están sintiendo ahora, perdidos por las ciudades de grandes naciones.
En esta situación nueva hay una idea que repiten una y otra vez: El señor Jesús sigue presente en medio de las comunidades cristianas. Pueden sentir su aliento y su ánimo cada vez que se reúnen en su nombre; cada vez que viven en fraternidad y se preocupan de acoger a quienes más sufren.
Cuando interiorizan y hacen presentes los valores de Jesús, hallan la alegría de sentir presente al Maestro.
También nosotros, cuando vivimos la amistad, la cercanía personal y los momentos felices de la vida... nos gustaría que no tuvieran un final. Si durante la vivencia de los acontecimientos positivos de nuestra vida no hacemos el esfuerzo de interiorizarlos, su final nos deja vacíos... y vamos saltando de un acontecimiento a otro, sin terminar de encontrar sentido a lo que hacemos. Andamos ávidos de experiencias duraderas que llenen nuestra vida y que el tiempo no pueda arrebatarlas.
El evangelio de hoy hace una reflexión sobre la vida de Jesús y su duración: El tiempo de Jesús llega a su final y este final pone término a los sentimientos que su compañía generaba entre los discípulos.
No hay otra alternativa: o se interiorizan estos sentimientos, haciendo que trasciendan el tiempo y el espacio, o se perderán para siempre.
Jesús invita a sus discípulos a que asimilen los valores que sienten y perciben con su compañía física para convertirlos en valores permanentes.
La vida que nos ha tocado vivir es una sucesión de acontecimientos que transcurren con rapidez y celeridad. Las personas mayores nos hablan de esa sensación psicológica del tiempo que se acelera.
Corremos el peligro de pasar por la vida sin momentos de reflexión. Incluso, corremos el peligro de dejar pasar todas las cosas buenas sin anclarlas en nuestro interior. La superficialidad quizás sea uno de los graves problemas de nuestros días... Por no tener tiempo, ni siquiera tenemos tiempo para gozar de los buenos momentos. El evangelio de hoy es una invitación a posesionarnos de la alegría en profundidad. De esa alegría que nadie nos quitará.
Muchos chicos y chicas han perdido completamente el hábito de interiorizar los acontecimientos. Pasan fugaz y superficialmente sobre las cosas. El educador cristiano les acompaña en un proceso educativo que haga «sensible el alma». Educa los ojos de los chicos y chicas para que sean capaces de mirar en profundidad la existencia; para que aprendan la hondura la vida.

Interiorizar vida y fe
El pueblo de Israel vivió los acontecimientos históricos como cualquier otro pueblo, pero fue capaz de ahondar en ellos desde su fe en Yahvé. El relato interpretado desde la fe de dichos acontecimientos y consignado por escrito, contribuyó a vivir en profundidad la historia, convirtiéndola en Historia de Salvación.
El Antiguo y Nuevo Testamento son la plasmación concreta de esa reflexión hecha a la luz de la fe.
Pero esta practica no se agota con los escritos de la Biblia. Existen otros muchos libros en los que el pueblo de Israel muestra esta tendencia a interiorizar.
Imagen: Papiro Bodmer. Año 135 d. C. Forman un conjunto de 22 papiros. Algunos de ellos contienen muchos textos de los evangelios tal como los leemos hoy en día.. Fueron descubiertos en Egipto hacia el año 1959.

14/may de 2015, Jueves 6º de Pascua

Permaneced en mi amor
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Juan 15, 9-17

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbMatías significa: "Regalo de Yahvé". Es un apóstol "póstumo" porque Matías fue elegido "apóstol" por los otros once, después de la muerte y Ascensión de Jesús, para reemplazar a Judas Iscariote que se ahorcó. El libro de los Hechos de los Apóstoles narra de la siguiente manera su elección: Después de la Ascensión de Jesús, Pedro dijo a los demás discípulos: «Hermanos, en Judas se cumplió lo que de él se había anunciado en la Sagrada Escritura: con el precio de su maldad compró un campo. Se ahorcó, cayó de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. El campo comprado con sus 30 monedas se llamó Haceldama, que significa: "Campo de sangre". El salmo 69 dice: "su majada quede desierta, sin quién la ocupe, y su habitación quede sin quién la habite", y el salmo 109 ordena: "Que otro reciba su cargo". Conviene entonces que elijamos a uno que reemplace a Judas. Y el elegido debe ser de los que estuvieron con nosotros todo el tiempo en que el Señor convivió con nosotros, desde que fue bautizado por Juan Bautista hasta que resucitó y subió a los cielos» Los discípulos presentaron dos candidatos: José, hijo de Sabas y Matías. Entonces oraron diciendo: "Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cual de estos dos eliges como apóstol, en reemplazo de Judas".
Echaron suertes y la suerte cayó en Matías y fue admitido desde ese día en el número de los doce apóstoles» (Hechos de los Apóstoles 1, 16-26).San Matías se puede llamar un "apóstol gris", que no brilló de manera especial, sino que fue como tantos de nosotros, un discípulo del montón, como una hormiga en un hormiguero. Nos anima que haya santos así porque esa va a ser nuestra santidad: la santidad de la gente común y corriente. De estos santos está lleno el cielo. Matías, fue un «regalo de Dios» para aquellas comunidades cristianas. Desde su sencillez casi anónima fue testigo de la resurrección del Señor.
San Clemente y San Jerónimo dicen que San Matías había sido uno de los 72 discípulos que Jesús envió, de dos en dos, a anunciar el Reino de Dios.
San Clemente cita en sus escritos varias frases atribuidas a un supuesto Evangelio de Matías del que no conocemos su contenido.
Una tradición afirma que murió lapidado en la ciudad de Jerusalén a manos de los sumos sacerdotes.
Otra tradición le sitúa predicando el Evangelio en Etiopía.

Matías, apóstol
Matías es la forma abreviada de la expresión hebrea «Mattityahu» que significa «regalo de Dios». Fue el apóstol elegido por los once para sustituir a Judas Iscariote.

13/may de 2015, Miércoles 6º de Pascua

El Espíritu os guiará a la verdad plena
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo; hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo
anunciará»
Juan 16, 12-15

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbSeguimos leyendo los discursos de despedida de Jesús relatados en el evangelio de Juan. En los versículos de la lectura de hoy, Jesús ilustra a sus discípulos sobre el papel que jugará en sus vidas el Espíritu Santo, aquí designado como «Espíritu de la Verdad».
Él completará su formación, pues Jesús reconoce que no les ha dicho o enseñado todo, porque no pueden cargar con ello todavía.
Fue en las primitivas comunidades cristianas donde se fraguó el cristianismo gracias a la fuerza del Espíritu, que les ayudaba a superar las dificultades y a resolver los no pocos problemas que se les presentaban.
Los primeros seguidores de Jesús eran simplemente una secta de la religión judía que alternaba la oración y la presencia en la sinagoga y el Templo con algunos gestos propios, heredados del Maestro. Los seguidores de Jesús no recibieron el nombre de cristianos hasta pasados algunos años. Fue en la ciudad de Antioquía (actual Antakya, Turquía) donde comenzaron a llamarse «cristianos». Fue también en esta ciudad donde los apóstoles decidieron que los seguidores de Jesús procedentes del paganismo no debían cumplir la ley de la religión judía. Bastaba con creer en Jesús y seguir su estilo de vida. Este dato supone la ruptura con el judaísmo.
Las primeras comunidades cristianas debieron también aprender a coordinarse entre sí, sufrieron la persecución por parte de los judíos y de los paganos... Por no saber, no sabían a ciencia cierta cuál debía ser el contenido de la predicación y de la catequesis que se debía transmitir, el ritual de las celebraciones comunitarias o el sentido de las antiguas escrituras.
A medida que la comunidad iba sorteando todos esos problemas, iba experimentando en ella, la acción del Espíritu de la Verdad.
Este Espíritu no era otro que el mencionado como "Ruah", (aliento, soplo) de Dios en el AT, a quien se atribuía la creación del mundo, la inspiración de los profetas, la sabiduría de los gobernantes, la habilidad de los artesanos y las enseñanzas de los sabios. Era el Espíritu que habían anunciado los profetas para el final de los tiempos... cuando Dios en persona congregaría a toda la humanidad, sin distinción de razas y culturas, para una salvación universal.
Así lo ha experimentado la Iglesia y así lo experimentamos nosotros cuando vivimos de manera activa y comprometida nuestra fe de cristianos en comunidad.
El educador cristiano no es sólo un mero transmisor de conocimientos. Enseña a sus alumnos y alumnas a leer la historia con la profundidad del creyente, con la visión positiva de quien sabe que la vida personal y la historia colectiva halla sentido en Dios.

Antioquía
Importante ciudad griega de Asia Menor (Turquía) donde prontamente llegaron los seguidores del Maestro de Galilea. Fue aquí donde se les llamó «cristianos» por vez primera.
En el seno de esta comunidad cristiana discutieron Pablo y Pedro sobre si las personas incorporadas al cristianismo debían someterse a los antiguos ritos judíos.
El Concilio de Jerusalén afirmó que no era necesario.
El ambiente en el que vivió esta comunidad era un ambiente griego y pagano.
Antioquía contaba en el siglo II a. C. con unos 300.000 habitantes
Antioquía. Sarcófago griego

Antioquía. Mosaico. Danzas en honor de Baco

12/may de 2015, Martes 6º de Pascua

Si me voy, os enviaré al Espíritu
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: «¿Adónde vas?» Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado».
Juan 16, 5-11

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbLa mentira siempre molestó la conciencia de Jesús. Parece que lo dejara sin fuerzas, como si le apagara sus convicciones y como si lo convirtiera, ante sus propios ojos, en un delincuente. Por eso creemos que lo que más anhelaba Jesús en su interior era que se hiciera plena verdad sobre su vida.
Seguramente Jesús anhelaba en su interior que algún día sus discípulos pudieran estar plenamente seguros de quién había sido su Maestro: no un impostor a quien finalmente desenmascararon los príncipes de los sacerdotes para colgarlo de un madero, sino el hombre leal a los principios de vida que Dios había revelado por sus siervos los profetas. Pero, a la hora de la verdad, ¿quién le podía creer a un condenado a muerte?
Es aquí donde el Espíritu Santo aparece con toda su fuerza. Jesús pone en él toda su esperanza. Él es el Espíritu del Padre y de él mismo, y por eso es el Espíritu de verdad.
Si el Espíritu llega a ser parte importante en la vida de sus discípulos, sin duda alguna que la verdad se abrirá paso en sus conciencias y conocerán la verdadera realidad de Jesús. Por eso Jesús desea y promete que les dará el Espíritu.
Sólo la muerte de Jesús, que sus discípulos no esperaban, sólo la traición que no podían imaginarse, sólo un juicio ilegal como el que iba a ocurrir y sólo los inmensos sufrimientos y humillaciones de la muerte en cruz, sufridos por un inocente, podían golpear la conciencia de los discípulos hasta activarles el Espíritu de Dios que tenían adormecido.
Lo que suele olvidársele a los opresores, es que siempre queda un lugar que ellos no pueden tocar: la conciencia. Y que ésta se convierte en fuerza incontenible de verdad y de denuncia, cuando el espíritu que la habita se activa.

El Espíritu Santo:
Paráclito (Defensor)
El Espíritu Santo era denominado por los primeros cristianos como el «Paráclito», que significa ‘defensor’.
Los primeros cristianos se sentían tan defendidos por Jesús Resucitado, que al Espíritu Santo le denominaron como «Defensor» Con su fuerza se extendieron por todo el mundo conocido.
Primeramente por una región llamada Asia Menor (actual Turquía). Esta región existían multitud de ciudades de cultura griega: Esmirna, Antioquía, Éfeso...
Eran ciudades de gran potencial económico y cultural. Adoraban a dioses paganos Gracias a la valentía de los primeros cristianos, y a la fuerza del Espíritu de Jesús Resucitado, presente en medio de estas comunidades, anunciaron el Evangelio en aquel mundo nuevo y poderoso para ellos.
En la imagen uno de los símbolos culturales más poderoso de aquella época: Los Juegos
Olímpicos.
La ciudad de Esmirna los celebraba con tal profusión, que los atletas vencedores eran coronados con laurel y olivo... de oro. Con motivo de este evento, se acuñaban también monedas de oro.

(Fotos: Atleta coronado. Corona de olivo de oro. Monedas olímpicas. - Esmirna. Asia Menor-)




11/may de 2015, Lunes 6º de Pascua

Vosotros daréis testimonio de mí
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho».
Juan 15, 26-16,4

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbA medida se acerca la muerte de Jesús, los textos del Evangelio de Juan anuncian la presencia del Espíritu Santo. Jesús insiste sobre este tema. El Espíritu completará la obra que Él ha iniciado y dará fuerzas a la incipiente comunidad de discípulos.
Jesús les promete a sus discípulos el envío de este Espíritu que hará entre ellos un trabajo en torno a la verdad. Trabajar en torno a la verdad es lo más importante en ese momento, ya que la imagen de Jesús está completamente deformada por sus enemigos, los fariseos y escribas. Para ellos Jesús es un blasfemo que merece la muerte.
Él ha desacreditado la Ley, el templo y el culto y encima tiene el descaro de llamarse Hijo de Dios. A una persona con tanto cinismo hay que eliminarla cuanto antes.
Jesús quiere que sus discípulos lleguen a descubrir su verdadera imagen, que no es la de un blasfemo, sino la del Hijo del Padre que ha venido a salvar lo que estaba perdido y a ser el Buen Pastor que reune a las ovejas dispersas en medio de la oscuridad.
El papel del Espíritu, que vendrá después de su dura partida, es clave. Al Espíritu le corresponderá desenmascarar a los verdaderos blasfemos, a los fariseos, a todos aquellos que hacen de la muerte y la explotación, su paisaje habitual.
Los escribas y fariseos han tenido el descaro de suplantar al Dios del Antiguo Testamento que estaba en favor del ser humano oprimido, y que entregó a su pueblo unas leyes para vivir en fraternidad. Ellos lo han cambiado por un dios que ahora está a favor de una Ley sin corazón; una ley opresora de los pobres y necesitados que se ven cada vez más hundidos en su pobreza e ignorancia.
Es necesario y urgente que el Espíritu se haga presente para que vuelvan a ser reconstruidos los verdaderos valores que dan sentido a la vida humana.

Sinagogas
Los primeros cristianos eran de cultura y religión judía. Tras la muerte y resurrección de Jesús continuaron frecuentando la sinagoga como lugar de oración.
Con el paso de los años la situación se hizo insostenible, y fueron expulsados de las sinagogas.
La Sinagoga es una institución que nació cuando los judíos estaban exiliados en Babilonia. Al no tener el Templo de Jerusalén, crearon un lugar para reunirse semanalmente, leer la Palabra, rezar y recordar su lengua y cultura.
La palabra ‘sinagoga’ significa asamblea, reunión de los hijos de Israel.
Luego pasó a designar el edificio donde se reúnen los judíos para celebrar la oración.

(Fotos: Corazain. Baram. Bet-Shearim (Sinagogas))


10/may de 2015, Domingo 6º de Pascua

Permaneced en mi amor
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Juan 15, 9-17

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo». Jesús explica el tipo de amor que tiene a sus discípulos: Un amor parecido al del Padre. El eje fundamental de la enseñanza de Jesús es la práctica del amor.
En el Antiguo Testamento, la relación de la persona humana con Dios se expresaba en términos de sumisión. Jesús, por el contrario, excluye la adhesión a Él como la de siervos que respetan a su amo. La relación entre la persona humana y Dios pasa a ser entendida como amistad.
Por las energías que despierta y los caminos que abre, el amor es la gran fuerza que mueve al ser humano.
La causa de la crisis de nuestra sociedad tal vez sea la falta de amor. Muchas relaciones sociales carecen de ese sentimiento que nos acerca y nos permite reconocer en los demás a hermanos, sabiendo que somos hijos de un mismo Padre.
Con demasiada frecuencia vemos en el otro a un competidor. En otras ocasiones nuestra la vida social está completamente «judicializada»: Reducimos nuestro comportamiento a una «ética jurídica», es decir, nos relacionamos con los demás sobre la base de las leyes, olvidando la «ética moral». Porque más allá de las leyes debe estar nuestra conciencia personal, que sin olvidar la legalidad vigente, la supera.
Conviene revisar nuestras actitudes a la luz del evangelio que leemos hoy.
Pero los esfuerzos individuales por vivir en el amor no son suficientes. El amor debe presidir las estructuras. Al frente de los sistemas que gobiernan nuestras sociedades se han asentado ideologías que fomentan el egoísmo y el bienestar de unos pocos a costa del sufrimiento de muchos.
«La libre economía y el libre mercado», se han erigido como paradigmas universales. Es urgente volver al mandamiento del amor. Es necesaria una renovación de las mentes y de las estructuras sociales, donde las propuestas y las nuevas experiencias surjan de los sectores sociales tradicionalmente marginados y explotados.
Es urgente ponerle a esta sociedad un «suplemento de alma»: el amor. Tan sólo cuando el amor y la solidaridad sean las alternativas que superen la competencia y la supervivencia del más fuerte: «la alegría será completa»...
Cuando el evangelio habla de «alegría» no se refiere solamente a ese estado de satisfacción gozosa e interior. «Alegría» era para el pueblo de Israel una de las características fundamentales del Reino de Dios, es decir, de ese tiempo nuevo en el que florecerá la misericordia, la justicia y el derecho por encima del odio y la intransigencia.

9/may de 2015, Sábado 5º de Pascua

No es el siervo más que su amo
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: «No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra». Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».
Juan 15,18-21

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbLa comunidad de Juan se erige en ejemplo para las comunidades del naciente cristianismo.
En medio de la persecución de Nerón y Domiciano, recurre al recuerdo del maestro para encontrar alivio y fuerza para resistir.
El texto que leemos hoy nace en respuesta a la angustia de las primeras persecuciones.
Servirá de testimonio y lección teológica para las generaciones sucesivas.
Uno de los antivalores que denuncia Jesús es «el mundo», entendido como estructura que al amar la injusticia, odia a Dios y persigue a sus seguidores. Jesús identifica «mundo» con los poderosos que llenan la historia de dolor. El evangelio de Juan entiende por «mundo», a aquellas instituciones o personajes que se adueñan de las personas y esclavizan a los seres humanos para conseguir poder, dinero, honores, autoridad... en detrimento de los pobres y silenciados.
¿Porqué Jesús utiliza la palabra «mundo» como sinónimo de elementos negativos?
En la mentalidad hebrea de la época, toda la realidad conocida se dividía en dos regiones simbólicas: Cielo y Tierra. El cielo es el lugar donde habita la divinidad; la tierra donde habitan los humanos. La tierra (mundo) era vista también como elemento de tentación, pues sobre ella se realizaban los rituales de fecundidad, muy propios de los pueblos limítrofes a Israel, e incluso del mismo pueblo de Israel. No olvidemos que el monoteísmo fue siempre un ideal que casi nunca llegó a conseguir el pueblo de Israel. Mientras el judaísmo oficial proclamaba en sus escritos un fuerte monoteísmo, los sencillos campesinos del pueblo tenían la tentación de practicar ritos de fecundidad de la tierra, a fin de garantizar mágicamente las cosechas.
El Jesús que presenta el evangelio de Juan, durante estos días de Pascua, va descubriendo valores humanos que deben ser conservados y enriquecidos porque tienen la capacidad de perdurar. Entre estos valores se halla: el amor, la alegría y la amistad.
El educador cristiano, siguiendo el ejemplo de Jesús, procura que las vidas de los chicos y las chicas se llenen de valores alternativos a los del «mundo». Estos valores ayudan a hacer presente el Reino de Dios en el corazón de las personas y en el seno de la sociedad. Sólo llenando las conciencias de propuestas alternativas que tengan capacidad de fascinación y encantamiento, se logra que el «mundo» no seduzca.

Primeras persecuciones
Las primeras comunidades cristianas se establecieron en Jerusalén, Cafarnaún, Nazareth y diversas poblaciones del Asia Menor. Estaban muy unidas a la religión judía. Progresivamente tomaron conciencia de su propia identidad. A partir de este momento su expansión por la cuenca del Mediterráneo fue muy rápida.
Prontamente sufrieron persecuciones. Muchas de estas persecuciones fueron locales.
Nos queda el recuerdo y los escritos de algunas de ellas. Los cristianos de Roma enterraron en las «catacumbas» a muchos creyentes muertos por defender su fe en Cristo. Algunos cristianos sufrieron martirio en el Coliseo de la ciudad de Roma.

(Fotos: Coliseo. Buen Pastor, Catacumba Domitila)


8/may de 2015, Viernes 5º de Pascua

Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros”.
Juan 15, 12-17

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbLa alegría es un valor que hay que implantar en los lugares en los que se desarrolla nuestra vida, especialmente en el ámbito educativo.
Otro de los valores que aparece en el evangelio es el de la amistad. No hay ser humano que no tenga algún tipo de experiencia en el campo de la amistad. Es otro de los valores de nuestra vida diaria.
Ordinariamente nuestra sociedad liga la alegría a un modelo de amistad superficial, que hace a las personas pasajeramente felices, porque mutuamente celebran sus superficialidades, viven momentos de expansión incontrolada, tapan sus debilidades, o critican a los demás.
Este modelo de amistad superficial no resiste una confrontación con el modelo de amistad que nos presenta Jesús en su evangelio.
Frente a un modelo de amistad aparente, Jesús nos habla de “su amistad”, entendida como algo profundo y duradero, lleno también de sentimientos, pero hondamente arraigado en la convicción de hacerle el bien al amigo, de hacerlo crecer en busca de su propia transformación.
Jesús define tres cualidades a su propuesta de amistad: En primer lugar, les dice a sus discípulos que los llama amigos porque “les ha dado a conocer todo lo que aprendió de su Padre”. Una amistad que enriquece.
En segundo lugar, Jesús les exige también algo a sus amigos: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando” ¿Y qué les manda? Que se amen unos a otros. El verdadero amigo no atrapa al otro sólo para sí. Por el contrario, quiere que comparta con todos, el amor y la amistad. Una amistad que no crea círculos cerrados.
En tercer lugar, la amistad llega hasta dar la vida por el amigo: “no hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos”. La verdadera amistad significa entrega y donación.
El educador cristiano toma buena nota de este valor que aparece tan claramente en el evangelio de hoy. Y facilita la creación de verdaderas amistades entre sus alumnos, no sólo de un difuso compañerismo.
Para ello, el educador cristiano, facilita los procesos educativos de socialización. Desarrolla la dimensión social y asociativa en los chicos y chicas con actividades, iniciativas y asociaciones juveniles que van más allá del aula.
Cultivando esta dimensión, niños y jóvenes hacen experiencia de la comunidad cristiana.

La cena de Pascua
La Cena de Pascua es un ritual que ya celebraba el pueblo de Israel cuando tan sólo era un grupo reducido de clanes nómadas del desierto. El elemento central del rito consistía en el sacrificio de un cordero. Con su sangre se marcaban los mástiles de las tiendas; signo de buen augurio para los rebaños.
En tiempos de Jesús este ritual recordaba la liberación de Egipto o Éxodo. Se consumían lechugas amargas (recordando los amargos momentos de la esclavitud); se untaba pan sin levadura en una mermelada rojiza (recuerdo de la argamasa de barro con la que fabricaban ladrillos para el Faraón); se comía cordero asado como plato central. Finalizaba el ritual con tres copas de vino que acompañaban al canto de los salmos de «Hallel», (alabanza), de donde proviene la palabra Aleluya: Halelu (alabad) y Yah (abreviatura de Yahvé).
Con el pan ácimo de esta Cena, y con las copas de vino de los salmos de la Hallel, Jesús instituyó la
Eucaristía. En la Última Cena no se menciona el cordero porque Jesús ocupa su lugar: Él se ofrece como víctima en la cruz para la salvación del mundo.

7/may de 2015, Jueves 5º de Pascua

Permaneced en mi amor
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.»
Juan 15, 9-11

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbCuando el amor de Cristo arraiga en el interior de una persona, los efectos no se hacen esperar: renacen las esperanzas, crece el sentido positivo de la vida y la alegría aparece con fuerza.
La alegría que no nace desde lo profundo de la persona, es una realidad engañosa.
Nuestra cultura propone alegrías superficiales que desaparecen pronto, dejando el sabor contrario: una especie de desencanto; como cuando se quiere atrapar el agua entre las manos.
Nuestra cultura subraya esa alegría que brota de poseer objetos de consumo y de gozar de elevadas cotas de bienestar. Si bien es cierto que la calidad de vida provoca una cierta satisfacción, es igualmente cierto que las cosas y el bienestar material no colman las más profundas aspiraciones de la persona.
La alegría de la que habla Jesús es un don permanente que anida en el interior, llenándolo todo porque ayuda a crecer y a madurar en el camino de la vida. Jesús no la llama “alegría” simplemente. La llama “mi alegría”. La alegría que da Jesús no es una alegría cualquiera. Es la alegría que nace por sentirse uno amado por un Dios que es Padre y Madre.
El educador cristiano crea un ambiente de alegría. Es capaz de traducir el gozo de sentirnos amados por Dios, a realidades concretas, relacionadas con el mundo de los niños y jóvenes. Es importante educar a la alegría y al sentido positivo de la vida. El educador debe presentar un tipo de alegría nacida de la profundidad de la persona.
El educador cristiano ayuda a los adolescentes a romper con la esquizofrenia de nuestra sociedad de producción y consumo que marca cinco días de la semana para una producción deshumanizadora, y dos días para consumir tipos de ocio también deshumanizadores.
Muchos chicos y chicas de nuestros ambientes han experimentado la fugaz alegría que nace de la fiesta, del consumo, del bienestar... Pero quizás nadie les propuso esas otras alegrías que nacen de la donación personal frente al egoísmo, del perdón frente a la venganza, de la cooperación frente a la competitividad, del esfuerzo por construir un mundo mejor frente a la apatía.

El juego y la música
El pueblo judío disponía también de algunos elementos destinados a potenciar aspectos lúdicos de la vida.
Si bien la alegría que dichos artefactos proporcionaban no era esa alegría profunda y espiritual a la que se refiere el texto del evangelio, contribuían a desarrollar momentos de gozo y convivencia. La música fue expresión de gozo y alegría.
Se han hallado restos arqueológicos de los siguientes instrumentos: címbalos (platillos), flautas pastoriles de caña y hueso, liras, panderos, tamboriles...
El rey David potenció grandemente el uso de la música como elemento litúrgico en el primitivo Templo de Jerusalén.


Imagen:
Juegos utilizados en Mesopotamia por los antiguos reyes de UR (1800 aC).
















Imagen:
Címbalos o platillos. La música producida por el pueblo de Israel tenía la función de acompañar la danza. Los elementos rítmicos de la música se producían con los címbalos y panderos.
La melodía se emitía con flautas pastoriles hechas con cañas huecas, y ocasionalmente con huesos.



6/may de 2015, Miércoles 5º de Pascua

Permaneced en mí y yo en vosotros
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmientos, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Juan 15. 1-8

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb“Permanecer” es estar unidos, estrechamente ligados. Es depender, es dar por haber recibido primero, ya que no depende de nuestras propias fuerzas. Por otra parte, la imagen de la vid es la imagen de todo un pueblo; un pueblo que debe dar frutos abundantes.
El acento en este primer trozo no está en los frutos, aunque debe darlos, sino en que sólo puede hacerlo si “permanece”. Permaneciendo es como se ofrece una cosecha abundante, que es para lo que la vid es plantada.
La importancia de los frutos es tradicional en Israel, y remite al “derecho” y la “justicia”, es decir a la respuesta fiel al proyecto de Dios. Por el contrario, los frutos de la opresión e injusticia revelan que muchas ramas deben ser podadas. Pero la palabra de Jesús, esa que cuidamos y nos compromete al amor, va limpiando y podando para que los frutos sean siempre conforme a la voluntad de Dios. Pero ese fruto, no es un “simple” fruto de derecho y justicia, es un fruto divino, es consecuencia de “permanecer” unidos a Jesús que, a su vez, permanece unido al Padre Dios.
¿Qué fruto se espera de los que permanecen unidos a Jesús? Eso lo dirá en los versículos siguientes, pero lo que ya sabemos es que esos frutos que espera el viñador (el Padre) no los podremos dar separados de la vid (Jesús).
En cambio, quienes han cuidado el mandamiento del amor, cuidan del hermano; se vuelven capaces de dar la vida por ellos y entonces hacen fructificar el proyecto divino.
Así, en la solidaridad, en el establecimiento del derecho y la justicia, Dios es glorificado.
La viña y sus frutos
Los viñedos se han cultivado durante milenios en las laderas de toda la tierra de Israel. Múltiples referencias bíblicas describen la viña: «Mi amigo tenía una viña plantada en una ladera. La cavó y despedregó. En ella plantó las mejores cepas. Edificó una torre en medio de ella, y además excavó un lagar. Y esperó que diese uvas..» (Isaías 5, 2)
«Un hombre plantó una viña, la cercó con un vallado y cavó en ella un lagar; edificó una torre y la dio en renta a unos labradores» (Mateo 21, 33)
En estos dos textos se describen los elementos que conforman una viña.
El pueblo de Israel descubre la importancia de las viñas cuando se adentra en la tierra de Canaán tras el Éxodo y la travesía del desierto del Sinaí.
Tan importante llegó a ser la viña y el vino, que se convirtieron en símbolo del pueblo de Israel y de los tiempos del Mesías respectivamente. Yahvé fue siempre el dueño de la viña (del pueblo) que la cuida y mima con esmero.
La vendimia tiene lugar en el mes de septiembre. Las familias iban a vivir junto a la viña. La vendimia se vivía como una fiesta. A fin de vigilar de cerca las viñas, los campesinos se trasladaban a vivir a unas torres edificadas en el mismo viñedo. (Ver imagen)
Las uvas frescas se consumían con pan. Era un alimento muy apreciado. Otras uvas se destinaban a la preparación de pasas. Puestas a secar al sol se giraban y rociaban con aceite de oliva para mantenerlas húmedas. Abigail, la princesa del desierto, conquistó a David mandándole «cien racimos de uvas pasas» (1 Samuel 25, 18)
También fabricaban miel de uvas. Para ello hervían el mosto hasta que éste se espesaba.
La mayor parte de los racimos se destinaban a la fabricación de vino, para lo cual disponían de un lagar junto a cada viña.