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15/may de 2015, Viernes 6º de Pascua

Nadie os quitará vuestra alegría
Dijo Jesús a sus discípulos:
“Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada”
Juan 16, 20-23

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbCuando se escribe este texto, las comunidades cristianas ya han comenzado a extenderse por el entorno geográfico que circunda a Israel: Asia Menor (actual Turquía), Grecia...
Es el momento de reflexionar sobre el sentido de la presencia física de Jesús entre el grupo de apóstoles, y las sensaciones de esfuerzo y sufrimiento que están sintiendo ahora, perdidos por las ciudades de grandes naciones.
En esta situación nueva hay una idea que repiten una y otra vez: El señor Jesús sigue presente en medio de las comunidades cristianas. Pueden sentir su aliento y su ánimo cada vez que se reúnen en su nombre; cada vez que viven en fraternidad y se preocupan de acoger a quienes más sufren.
Cuando interiorizan y hacen presentes los valores de Jesús, hallan la alegría de sentir presente al Maestro.
También nosotros, cuando vivimos la amistad, la cercanía personal y los momentos felices de la vida... nos gustaría que no tuvieran un final. Si durante la vivencia de los acontecimientos positivos de nuestra vida no hacemos el esfuerzo de interiorizarlos, su final nos deja vacíos... y vamos saltando de un acontecimiento a otro, sin terminar de encontrar sentido a lo que hacemos. Andamos ávidos de experiencias duraderas que llenen nuestra vida y que el tiempo no pueda arrebatarlas.
El evangelio de hoy hace una reflexión sobre la vida de Jesús y su duración: El tiempo de Jesús llega a su final y este final pone término a los sentimientos que su compañía generaba entre los discípulos.
No hay otra alternativa: o se interiorizan estos sentimientos, haciendo que trasciendan el tiempo y el espacio, o se perderán para siempre.
Jesús invita a sus discípulos a que asimilen los valores que sienten y perciben con su compañía física para convertirlos en valores permanentes.
La vida que nos ha tocado vivir es una sucesión de acontecimientos que transcurren con rapidez y celeridad. Las personas mayores nos hablan de esa sensación psicológica del tiempo que se acelera.
Corremos el peligro de pasar por la vida sin momentos de reflexión. Incluso, corremos el peligro de dejar pasar todas las cosas buenas sin anclarlas en nuestro interior. La superficialidad quizás sea uno de los graves problemas de nuestros días... Por no tener tiempo, ni siquiera tenemos tiempo para gozar de los buenos momentos. El evangelio de hoy es una invitación a posesionarnos de la alegría en profundidad. De esa alegría que nadie nos quitará.
Muchos chicos y chicas han perdido completamente el hábito de interiorizar los acontecimientos. Pasan fugaz y superficialmente sobre las cosas. El educador cristiano les acompaña en un proceso educativo que haga «sensible el alma». Educa los ojos de los chicos y chicas para que sean capaces de mirar en profundidad la existencia; para que aprendan la hondura la vida.

Interiorizar vida y fe
El pueblo de Israel vivió los acontecimientos históricos como cualquier otro pueblo, pero fue capaz de ahondar en ellos desde su fe en Yahvé. El relato interpretado desde la fe de dichos acontecimientos y consignado por escrito, contribuyó a vivir en profundidad la historia, convirtiéndola en Historia de Salvación.
El Antiguo y Nuevo Testamento son la plasmación concreta de esa reflexión hecha a la luz de la fe.
Pero esta practica no se agota con los escritos de la Biblia. Existen otros muchos libros en los que el pueblo de Israel muestra esta tendencia a interiorizar.
Imagen: Papiro Bodmer. Año 135 d. C. Forman un conjunto de 22 papiros. Algunos de ellos contienen muchos textos de los evangelios tal como los leemos hoy en día.. Fueron descubiertos en Egipto hacia el año 1959.

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