Dijeron los discípulos a Jesús:
«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios».
Les contestó Jesús:
«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
Juan 16, 29-33
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) El Evangelio de hoy está escrito desde la vida y las experiencias que viven las primeras comunidades cristianas. Estas primeras comunidades están configuradas por creyentes que han visto a Jesús morir y resucitar, y han aceptado que Jesús es la vida y el amor de Dios Padre presente en medio de ellos... Pero al mismo tiempo son perseguidos, sufren y sienten que se tambalea su fe. Incluso descubren entre ellos limitaciones y fracasos, debilidades y pecados. También han comenzado a extenderse por áreas geográficas que no conocen la fe en Yahvé... y que nunca oyeron tampoco hablar de Jesús de Nazareth. Se sienten perdidos en ciudades de gran nivel cultural.
En esta situación, confían en Dios y en Jesús resucitado. Saben que Dios es fiel, y que no abandona nunca la obra de sus manos.
Leyendo con atención el evangelio llama siempre la atención la falta de fe que muestran aquellos primeros discípulos. ¿Cómo es posible que Jesús continúe con los mismos discípulos, si estos no le dan garantías? Pero Jesús siguió hasta el final con aquellos discípulos a quienes había convocado. Y los quiso hasta el final, y les mostró todo el amor y confianza. Así fue como hizo de ellos las piedras angulares del nuevo pueblo de Dios.
Del evangelio de hoy aprendemos dos enseñanzas: Dios nos quiere a cada uno de nosotros. Nos cuida constantemente para que demos fruto abundante, a pesar de nuestra limitaciones y debilidades.
Y aprendemos una segunda enseñanza: No debemos andar lamentándonos constantemente de las personas que comparten con nosotros el camino de la vida. Lo que hay que hacer es lo que hizo Jesús: Apoyar, ayudar, amar, confiar, ofrecer nuevas oportunidades...
El educador cristiano asimila esta enseñanza de Jesús. Sigue el mismo proceso educativo que realizó Jesús con sus discípulos. No anda quejándose constantemente de aquellos chicos y chicas con quienes desarrolla su actividad. Son pequeños, limitados, inconstantes... pero todos ellos tienen una semilla de bondad que, aunque a veces escondida, está esperando a dar fruto.
Un inicio difícil
Los primeros discípulos de Jesús no tuvieron fácil el inicio de su misión.
Debieron tener mucha fe en Cristo Resucitado para salir adelante de varias dificultades.
Destrucción de Jerusalén.
La gran mayoría de ellos eran de cultura judía. La destrucción del templo de Jerusalén en el año 70 por las legiones romanas, debió suponer un duro golpe en lo social, político y religioso.
Grandes ciudades
Los discípulos conocían las pequeñas ciudades y aldeas de Galilea. Cuando se deciden a proclamar el mensaje de Jesús en Asia Menor, se encuentran con ricas y prósperas ciudades, repletas de templos, progreso y cultura. ¿Qué pueden hacer ellos en aquellos grandes centros económicos y culturales?
La persecución.
En Jerusalén se desató muy prontamente la persecución contra los primeros cristianos.
Herodes Agripa, nieto de herodes El Grande, arremete contra aquellos primeros cristianos que tienen que huir y refugiarse en otros lugares.
Antioquía. | Pescador · Mosaico |
Palmira. Templo |
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