Dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmientos, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Juan 15. 1-8
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) “Permanecer” es estar unidos, estrechamente ligados. Es depender, es dar por haber recibido primero, ya que no depende de nuestras propias fuerzas. Por otra parte, la imagen de la vid es la imagen de todo un pueblo; un pueblo que debe dar frutos abundantes.
El acento en este primer trozo no está en los frutos, aunque debe darlos, sino en que sólo puede hacerlo si “permanece”. Permaneciendo es como se ofrece una cosecha abundante, que es para lo que la vid es plantada.
La importancia de los frutos es tradicional en Israel, y remite al “derecho” y la “justicia”, es decir a la respuesta fiel al proyecto de Dios. Por el contrario, los frutos de la opresión e injusticia revelan que muchas ramas deben ser podadas. Pero la palabra de Jesús, esa que cuidamos y nos compromete al amor, va limpiando y podando para que los frutos sean siempre conforme a la voluntad de Dios. Pero ese fruto, no es un “simple” fruto de derecho y justicia, es un fruto divino, es consecuencia de “permanecer” unidos a Jesús que, a su vez, permanece unido al Padre Dios.
¿Qué fruto se espera de los que permanecen unidos a Jesús? Eso lo dirá en los versículos siguientes, pero lo que ya sabemos es que esos frutos que espera el viñador (el Padre) no los podremos dar separados de la vid (Jesús).
En cambio, quienes han cuidado el mandamiento del amor, cuidan del hermano; se vuelven capaces de dar la vida por ellos y entonces hacen fructificar el proyecto divino.
Así, en la solidaridad, en el establecimiento del derecho y la justicia, Dios es glorificado.
La viña y sus frutos
Los viñedos se han cultivado durante milenios en las laderas de toda la tierra de Israel. Múltiples referencias bíblicas describen la viña: «Mi amigo tenía una viña plantada en una ladera. La cavó y despedregó. En ella plantó las mejores cepas. Edificó una torre en medio de ella, y además excavó un lagar. Y esperó que diese uvas..» (Isaías 5, 2)
«Un hombre plantó una viña, la cercó con un vallado y cavó en ella un lagar; edificó una torre y la dio en renta a unos labradores» (Mateo 21, 33)
En estos dos textos se describen los elementos que conforman una viña.
El pueblo de Israel descubre la importancia de las viñas cuando se adentra en la tierra de Canaán tras el Éxodo y la travesía del desierto del Sinaí.
Tan importante llegó a ser la viña y el vino, que se convirtieron en símbolo del pueblo de Israel y de los tiempos del Mesías respectivamente. Yahvé fue siempre el dueño de la viña (del pueblo) que la cuida y mima con esmero.
La vendimia tiene lugar en el mes de septiembre. Las familias iban a vivir junto a la viña. La vendimia se vivía como una fiesta. A fin de vigilar de cerca las viñas, los campesinos se trasladaban a vivir a unas torres edificadas en el mismo viñedo. (Ver imagen)
Las uvas frescas se consumían con pan. Era un alimento muy apreciado. Otras uvas se destinaban a la preparación de pasas. Puestas a secar al sol se giraban y rociaban con aceite de oliva para mantenerlas húmedas. Abigail, la princesa del desierto, conquistó a David mandándole «cien racimos de uvas pasas» (1 Samuel 25, 18)
También fabricaban miel de uvas. Para ello hervían el mosto hasta que éste se espesaba.
La mayor parte de los racimos se destinaban a la fabricación de vino, para lo cual disponían de un lagar junto a cada viña.
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