Se apareció Jesús a los once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Marcos 16, 15-20
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Aunque se trata de un texto tardío, contiene enseñanzas que circularon entre las primeras comunidades cristianas, y que resultan muy interesantes y actuales para nosotros:
Jesús se despide de los discípulos con un doble encargo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación" y «Bautizar» De ahora en adelante no deberán limitarse al pueblo judío, pues el mensaje es universal y mira a la humanidad entera.
Ya no hay un pueblo elegido, sino que es toda la humanidad la elegida y destinada a experimentar la salvación de Dios. Ningún rincón de la tierra, ningún país, ningún grupo de personas estará excluido en principio del Reino, pues Jesús ha venido para que no haya excluidos del pueblo ni pueblos excluidos.
Es un mensaje que rompe con las visiones cerradas e integristas. Aquellos primeros cristianos ya habían comprendido que todas las culturas poseen “semillas” o elementos del evangelio, ya que todas están llenas de valores positivos.
Anunciar el evangelio frente a una cultura no es avasallarla, destruirla, desvirtuarla, sino descubrir los valores que el mismo Dios ha puesto en ellas. En este sentido, «evangelizar es entrar en diálogo» con las otras culturas.
Cuando estamos convencidos de que Dios se revela a todas las culturas, en todos los tiempos, entendemos las evangelización como un mutuo enriquecimiento: el evangelio comunica a la cultura novedad y claridad en sus contenidos, mientras la cultura le ofrece la fuerza de su propia tradición, la riqueza de sus propias búsquedas y la novedad de sus propias expresiones simbólicas.
Lo que se puede aplicar a todas las culturas del mundo, también debe ser aplicado a la cultura juvenil.
Cada generación de jóvenes posee su propia cultura. Como toda cultura, tiene aspectos positivos que contribuyen a mejorar el mundo y aspectos que deben ser iluminados por el Evangelio.
El educador creyente se siente llamado a proclamar la vida y salvación de Dios en medio de la cultura juvenil.
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