Recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas.
Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: “A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado”
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
Juan 7, 1-2.10.25-30
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Jesús prefiere caminar por Galilea. Jerusalén estaba llena de peligros.
Históricamente fue así. Los círculos ortodoxos y defensores de las tradiciones se hallaban asentados en la capital. Galilea quedaba lejos del control de los grandes próceres del judaísmo oficial.
La presencia de Jesús en la Galilea es un dato teológico y no sólo geográfico. Galilea hace referencia a un texto de Isaías muy relacionado con el universalismo. «Galilea de los gentiles»... Con esta expresión Isaías quiere subrayar la idea de que la salvación de Dios es universal y se abrirá a todas las razas, comenzando por Galilea, tierra en la que la presión étnica y religiosa del judaísmo no era tan asfixiante como en la capital.
El evangelista asocia la acción de Jesús en Galilea a la universalidad que trae su mensaje, capaz de superar etnias, culturas y religiones.
El texto se sitúa también en la fiesta de las Tiendas, fiesta típica del pueblo de Israel que se celebra desde el año 700 a.C. Durante siete días viven en cabañas construidas con ramas y palmas. Todo adulto, y niño que ya no precise del cuidado de la madre, debe vivir durante una semana en cabañas. Se celebra durante el mes de octubre.
En esta fiesta confluyen dos tradiciones distintas. En primer lugar era acción de gracias por la cosecha. Los antiguos campesinos israelitas, siguiendo el ejemplo del pueblo cananeo, al acercarse el tiempo de la cosecha marchaban a cuidarla al propio campo. Allí permanecían y trabajaban en cabañas construidas al borde del campo.
Recogida la cosecha, hacían sacrificios de acción de gracias a Yahvé.
Con el paso del tiempo esta fiesta se fundió con el recuerdo del tiempo feliz del Éxodo en el que el pueblo era nómada y habitaba en tiendas, estrenando una libertad recién conquistada.
La presencia de Jesús entre la multitud resultaba incómoda para sus adversarios. Los escribas y fariseos imaginaban que el Mesías iba a llegar del cielo, o de una familia de reconocido renombre.
Soñaban con un redentor que tuviera la fuerza de las armas o la erudición rabínica. Jesús con su estilo popular y su forma de hablar no encajaba en estas perspectivas. Además de esto, no aceptaban a Jesús porque denunciaba la injusticia del sistema social y económico, encubierto por las instituciones religiosas de aquella época. Buscaban la ocasión de arrestarlo y eliminar el peligro que representaba.
«Recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo»
Esta frase del evangelio recoge con mucha fidelidad la situación religiosa, social y política en la que se hallaba Palestina en tiempos de Jesús.
Judea, situada en la parte sur, estaba dominada por el gobierno fundamenta-lista de los Sumos Sacerdotes. La ortodoxia judía era muy fuerte. Todo se centraba en torno al Templo de Jerusalén.
La parte norte, formada por Galilea y la Decápolis, era una región plural y abierta. En ella convivían ciudades de corte griego con pequeñas aldeas de tradición judía.
En las ciudades griegas se alzaban templos a divinidades diversas, teatros, hipódromos, baños....
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