Dijo Jesús a los judíos: “Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre”.
Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: «Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre»? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?»
Jesús contestó: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: «Es nuestro Dios», aunque no lo conocéis.
Yo sí lo conozco, y si dijera: «No lo conozco» sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría”.
Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?»
Jesús les dijo: «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo».
Entonces agarraron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Juan 8, 51-59
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Jesús está en el Templo de Jerusalén. En este marco geográfico se suceden varias disputas con los fariseos y doctores de la Ley.El tema de la discusión de hoy se centra en la vida. La vida aparece como valor fundamental por encima de leyes y estructuras.
Los fariseos y escribas habían encumbrado la Torá (Ley de Moisés) y las instituciones religiosas y sociales por encima de todo. Nada que no estuviera sometido a estas realidades tenía sentido. Cuando Jesús acoge a los pecadores que han transgredido la Ley, a los sencillos (gente de la tierra) que no conocen las normas, a los extranjeros que tienen otra religión... los fariseos se sitúan frente a él porque Jesús está concediendo mayor importancia a la vida y a las personas que a las Leyes y estructuras.
El considerar que la doctrina elaborada por los fariseos valían más que la vida de un ser humano, fue lo que llevó a los escribas y fariseos a descalificar a Jesús llamándolo loco e intentando asesinarlo a pedradas.
Esta manera de pensar ha calado hondo en la historia. Todos conocemos los grandes etnocidios que han tenido lugar en el siglo XX en nombre de la nación, la raza y las ideologías políticas.
En la segunda década del siglo XXI existen nuevos etnocidios. Suelen ser etnocidios silenciosos provocados por el hambre, la falta de asistencia sanitaria, la carencia de infraestructuras sólidas que no resisten las catástrofes naturales... Y la situación de los menores, considerada como el problema más grave en los inicios del siglo XXI.
Explotación laboral y sexual de menores, niños soldado, víctimas de minas personales, el etnocidio de las niñas chinas... Niños y jóvenes adoctrinados para que se inmolen en aras del fanatismo...
Frente a las guerras que golpean nuestras conciencias, frente a las barbaries perpetradas por grupos fundamentalistas que crucifican y deguellan aún hoy, frente a los genocidios silenciosos... el cuidado de la vida sigue siendo una asignatura pendiente dos mil años después que Jesús pronunciara las palabras que hemos leído hoy.
La muerte de Jesús, y de millones de inocentes, nos dice que no todo está permitido, que las especulaciones humanas, el derroche, las ideologías... tienen un límite y que ese límite es el derecho a la vida.
«Quien salva una vida, salva al mundo entero»
El educador cristiano no sólo cuida la calidad de vida de los chicos y chicas de su clase, sino que crea en ellos actitudes positivas orientadas a un compromiso real y efectivo por la vida de otros niños y jóvenes: El educador cristiano presenta la vida como valor, informa de la situación, facilita la interiorización de este valor y ofrece momentos de acción y compromiso concretos.
El pórtico de Salomón estaba formado por tres niveles superpuestos que le otorgaban una altura de 28 metros. La columnata de la parte inferior sostenía un artesonado elegante y majestuoso.
En el interior de estos pórticos se reunían los maestros de la Toráh (Ley de Dios) para hablar y discutir de temas religiosos y teológicos. Aquí era donde Jesús debatía con fariseos y doctores de la Toráh.
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