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27/mar de 2015, Viernes 5º de Cuaresma

El Padre está en mí y yo en él
Los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús: Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?» 
Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: «Yo os digo: Sois dioses»? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis,
pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad». Y muchos creyeron en él allí.
Juan 10, 31-42

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Algunas personas se preguntan si fueron los romanos los que mataron a Jesús o si fueron los judíos, o si fue por común acuerdo.
La respuesta más cierta es que a Jesús lo mataron “personas de bien”, grupos que gozaban de la mejor reputación y reconocimiento social. A Jesús no lo mataron unosndelincuentes comunes para robarle un dinero que no tenía. Lo mataron personas que tenían autoridad para declararlo blasfemo y, por lo tanto, reo de muerte.
En tiempos de Jesús era el Sumo Sacerdote quien dirigía Judea. El procurador o gobernador romano residía en Cesarea Marítima. Allí tenía una guarnición de unos 2.000 soldados romanos. Algunos de ellos se desplazaban a Jerusalén tan sólo durante la fiesta de Pascua para garantizar el orden.
La rabia contra Jesús había crecido hasta tal extremo, que los individuos influyentes consideraron que era mejor que muriera una persona a que toda la nación pereciera.
En otras palabras, colocaron los intereses de la nación por encima del valor de la vida humana, como lo habían hecho muchas veces con otros tantos inocentes.
Nuestro deber como cristianos es desenmascarar a grupos e individuos que legitiman el derecho a oprimir a las personas o a excluirlas del conjunto social, aunque sea una opresión moral o psicológica. Cualquier forma de exclusión es una encubierta actualización del derecho a matar. Desgraciadamente es una realidad muy extendida en el mundo actual.
En este «viernes de dolores» conviene que volvamos a pensar que el cristianismo es algo serio que compromete nuestra vida. La historia de Jesús sigue presente en nuestros tiempos.
En nuestra sociedad secularizada la Semana Santa puede convertirse en un elemento festivo y turístico, aún sacando a la calle las imágenes de la pasión de Cristo.
Existen muchos grupos de creyentes que prefieren un cristianismo light, ligero, suave, descafeinado, sin esos aspectos conflictivos que pone ante nuestros ojos una lectura atenta del evangelio.
Hay cantos religiosos, celebraciones cristianas e imágenes de Jesús en las que aparece un Cristo totalmente intimista, reducido a la esfera de la devoción privada, perfectamente manipulable, como una idea difusa alejada de la realidad... En esta Semana Santa estamos a tiempo de recuperar a un Jesús que sufrió la incomprensión por comprometerse en la defensa de la vida de los más débiles.
Como educadores cristianos tenemos en esta Semana Santa la posibilidad de ofrecer a los chicos y chicas muy diversas imágenes de Jesús. De nosotros depende que esta imagen hunda sus raíces en la realidad de nuestra historia o se pierda en un intimismo descafeinado.

Viernes de Dolores · Cristianos y Yazidíes huyendo




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