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Convivencia El Milagro de las castañas 2024


¿SABÍAS QUE...?-Número 11

Nueva entrada en el blog de la Federación de Antiguos Alumnos de Don Bosco para divulgar aspectos de la vida de Don Bosco. Aquí os dejamos una sobre Don Bosco y las Epidemias.
…Don Bosco tuvo que pasar algunas epidemias durante su vida, incluso con los chicos del Oratorio de Valdocco, donde ninguno se contagió del cólera, tal y como les predijo?


DON BOSCO Y LAS EPIDEMIAS (I)

En estos momentos de pandemia internacional por el COVID-19 (Coronavirus), que está haciendo estragos en todo el mundo, es cuando más hemos de tener presente al Señor en nuestras vidas y a María Auxiliadora presente en nuestras oraciones. Don Bosco también fue ejemplo para su época en momentos difíciles de epidemia, pues la vida en el Turín del ottocento no fue fácil para la mayoría de las personas: la dieta alimenticia con tantas carencias y la falta de higiene fueron elementos clave para que se produjeran algunas epidemias en la época. Recordemos la del cólera de 1854 y cómo la afrontó Don Bosco.
Unos meses antes, había aparecido un fuerte de cólera en Asia, lo que fue informado a los chicos del Oratorio por Don Bosco en el mes de mayo, prediciendo que dicho brote llegaría a Turín, por lo que habría que estar preparado.
También les dijo: “Pero vosotros estad tranquilos: si cumplís lo que yo os digo, os libraréis del peligro”. “¿Y qué hay que hacer?”, le preguntaron los chicos.
Don Bosco les respondió: “Ante todo, vivir en gracia de Dios; llevar al cuello una medalla de la Santísima Virgen, que yo bendeciré y regalaré una a cada uno; rezar cada día un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria con la oración de San Luis, añadiendo la jaculatoria: Líbranos Señor de todo mal”.


En efecto, salió el cólera de la India, donde es endémico, recorrió diversos países de Europa, llegó a Italia, Liguria y Piamonte. En el mes de julio invadía la ciudad de Génova, donde murieron casi tres mil personas en el espacio de dos meses.
Al anunciarse los primeros casos, el Ministerio comunicaba el 25 de julio normas de precaución al Vicario General de Turín, para que el clero cooperase con las autoridades civiles en la ejecución de las órdenes dadas. Los párrocos obedecieron, el clero se aprestó a todo, los religiosos camilos, los capuchinos, los dominicos, los oblatos de María, se ofrecieron a asistir a los atacados por la peste.
Eran terribles los síntomas y los efectos del cólera asiático, tanto que imponía miedo a los más intrépidos. Generalmente precedían molestias intestinales; pero, de pronto, se presentaban vómitos y diarreas incesantes; opresión en el estómago por un gran peso; horribles espasmos y contracciones atormentaban las extremidades. Se hundían los ojos y quedaban con un cerco de color de plomo, lánguidos y apagados; la nariz afilada, el rostro demacrado y descompuesto; resultaba difícil reconocer al individuo. La lengua se ponía blanca y fría, la voz ronca y el habla casi ininteligible. Todo el cuerpo adquiría un color algo amoratado y, en los casos más graves, se volvía hasta cerúleo y tan frío como un cadáver. Algunos atacados por la enfermedad caían al suelo, como heridos de apoplejía fulminante; otros sobrevivían unas horas y pocos pasaban de las veinticuatro. Durante los primeros días, eran tantos los muertos como los atacados. Por término medio, moría un 60%, así que, salvo la peste, ninguna otra enfermedad conocida presentaba tan espantosa mortalidad; más aún, si la peste mataba a mayor número, no lo hacía en tan breve espacio de tiempo como el cólera. De donde resulta fácil comprender el miedo que infundía a todos.

Fomentaba este miedo el saber que no se había encontrado remedio contra el fatal morbo, y la convicción de que no sólo era epidémico, sino contagioso. Además, entre el pueblo corría el falso rumor de que los médicos suministraban a los enfermos una bebida envenenada, a la que en Turín llamaban acquetta (veneno) para que muriesen cuanto antes, y así librarse más fácilmente del peligro ellos y los demás.

Una prueba de la angustia que la horrible enfermedad producía... (seguir leyendo en Federación de Antiguos Alumnos de Don Bosco)

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