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Abatir fronteras, por José Miguel Núñez

Otra entrada en Vivir de otra manera, de don José Miguel Núñez (@jmnunezsdb) sobre el Papa Francisco.
 Abatir fronteras
(02/07/2013, La revista 21)

Es un gesto más pero es mucho más que un gesto. Es el abrazo de un hombre que mira con compasión la realidad y se hace hermano de los que están en el descampado, desprovistos de todo. Hasta de dignidad.

Para muchos, el que el Papa Francisco viaje a Lampedusa el próximo lunes para encontrarse con los inmigrantes ilegales no deja de ser un gesto demagógico. Para muchos de nosotros, es un signo elocuente de cuanto el Pontífice quiere que sea su servicio a la Iglesia: cercanía a los olvidados, compromiso con los últimos, palabra de esperanza para los desesperados, mano solidaria que paga de persona, mirada compasiva ante las miserias del mundo, corazón apasionado que pone fuego en la entraña de la tierra, mirada penetrante que denuncia injusticias ante los poderosos.

Antes de participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud en Rio tras unas semanas, el Papa realiza su primer viaje fuera de Roma a Lampedusa. Ni más ni menos. Allí donde nadie quiere ir porque es toparse de bruces con una realidad incómoda, la de miles de seres humanos deshumanizados porque no tienen papeles ni credenciales para pasar la frontera de la dignidad. Es un estigma para la sociedad occidental, más ocupada en sanear sus finanzas que en acoger a quien viene del sur y no es de los nuestros.

Hace quince días murieron varias decenas en esos mares sin que nadie se estremeciera y solo unos pocos los lloraran. Silencio en los medios porque hay asuntos más importantes para las portadas de los periódicos y la apertura de los telediarios. Tanto, éstos que caen al mar son carne putrefacta de estadísticas periódicas que despiertan momentáneamente solo algunas conciencias. Son una herida abierta a la que Europa se ha acostumbrado hasta el punto de anestesiar el dolor a fuerza de olvido e indiferencia. Está la crisis. Primero los de dentro.

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