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11/mar 2015, Miércoles 3º Cuaresma

Grande en el reino de los cielos

No he venido a abolir la Ley Dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos”.
Mateo 5. 17-19

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbNos hallamos ante un texto que debe llenar de esperanza a la humanidad, ya que Jesús explica el sentido de su presencia: Ha venido al mundo para hacer realidad la Ley y lo dicho por los Profetas. Jesús, con estas palabras, reconoce el trabajo de las generaciones anteriores y les da validez. Él no parte de cero, como si la humanidad no hubiera hecho nada valioso hasta el presente. También la Ley tiene elementos positivos, y en la medida en que se cumplan estos elementos, se participa en el Reino que él propone. La antigua Ley de Israel (Torá) contiene en parte los grandes sueños de la humanidad: el paraíso como proyecto, la posesión solidaria de una tierra, la promesa de una familia, el fin de la opresión, la conquista de la libertad, la distribución justa de la tierra... Son proyectos humanos en los que se siente la presencia de Dios. Jesús es la más clara manifestación del apoyo de Dios a las utopías humanas -que son también divinas- porque fue Él quien las sembró en el corazón de la humanidad. Hubo un tiempo en que el pueblo Israelita deseó vivir en una nueva sociedad, sin egoísmos, en fraternidad e igualdad. Y aunque sus instintos lo dominaron y lo alejaron de sus sueños, quedó la esperanza de su realización y se vislumbró que era posible una alternativa de nueva sociedad. Jesús lo confirma ahora no sólo con sus palabras, sino con sus hechos: condena las estructuras sociales de su tiempo que, por tener como valores supremos el individualismo y la ambición, matan toda utopía social.
La ley está escrita, los profetas señalaron el camino, y el ser humano, acercándose y alejándose del mismo, sigue soñando con un mundo más justo... Pese a todas las dificultades, podemos estar seguros de esto: no estamos solos en este sueño. Jesús manifestó su deseo de acompañarnos, pues él tuvo un sueño mayor: creyó que con él comenzaba a hacerse posible el sueño primitivo del AT: una sociedad igualitaria, solidaria y fraterna. El educador cristiano tiene una visión positiva de la persona humana y de los logros que ésta ha realizado a lo largo de los siglos: científicos, artistas, médicos, pensadores... El educador cristiano enseña el fecundo camino que ha sido capaz de recorrer la humanidad. Al mismo tiempo mantiene una actitud crítica con aquellas situaciones que suponen un retroceso en el derecho y la justicia.
Masoretas

El hebreo clásico era una lengua que no tenía vocales en el origen. Los textos eran muy ambiguos. Un grupo de sabios judíos, «masoretas» (que significa: los que transmiten), se encargaron de fijar los textos, interpretarlos y añadir vocales. Pero estas vocales no están formadas por letras, sino por acentos, tildes, rayas sobre las consonantes hebreas... Las escrituras hebreas que conoció Jesús estaban llenas de tildes. El texto hebreo que ha llagado a nuestros días es el texto masorético. En todas las sinagogas estaba prescrito que hubiera dos libros sobre los que realizar la lectura del sábado: La Torà (la Ley) formada por los primeros libros de nuestro Antiguo Testamento, y una copia del libro del profeta Isaías.

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