Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó: «Te lo aseguro quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?
Jesús le contestó: «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.
No te extrañe de que te haya dicho: «Tenéis que nacer de nuevo»; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Juan 3,1-8
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) La figura de Nicodemo aparece en repetidas ocasiones en el evangelio. Era miembro del Sanedrín. Sin embargo existen códices tardíos en los que es incluido como discípulo de Jesús. Gozaba de prestigio entre sus colegas, lo que le permitió acercarse a Jesús y escuchar directamente su doctrina. Incluso hay autores que le sitúan claramente entre los discípulos de Jesús.
Se comprometió con Jesús de Nazareth no sólo aceptando sus enseñanzas, sino también llevando mirra y áloe para ungir su cadáver, comprometiendo de esta forma su buena posición ante un Sanedrín que había condenado a Jesús. Su nombre significa «victoria del pueblo»
En el relato de hoy, Nicodemo se muestra tardo a comprender. Parece que no entienda nada de lo que Jesús le está diciendo. Se trata de una «ignorancia literaria». Esta ignorancia lo que busca es dar pie al evangelista para expresar lo que piensa sobre el nuevo nacimiento que supone el bautismo, práctica ya extendida entre las primeras comunidades.
El hecho de que Nicodemo aparezca hasta por tres veces en el evangelio de Juan es entendida por algunos autores como la siguiente afirmación: Hasta los miembros del Gran Consejo, incluidos los fariseos, pueden convertirse en discípulos de Jesús y aceptar su mensaje.
Nacer del agua y del Espíritu
Los primeros cristianos comenzaron a practicar el bautismo desde sus orígenes. La palabra bautismo hunde sus raíces en el verbo griego «baptizein» que significa ‘sumergir’.
Ya los profetas del Antiguo Testamento decían: «Lavaos, purificaos, quitad de mi vista vuestras malas acciones...» «Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados...» La purificación ritual con agua era habitual.
Juan Bautista practicó este ritual como signo de conversión y arrepentimiento. Jesús de Nazareth fue discípulo de Juan Bautista y recibió de sus manos el bautismo de conversión en río Jordán.
Los primeros cristianos practicaban este ritual como «paso a través del agua». Pasar a través del agua significaba unirse a Jesús y pasar simbólicamente con Él, de la muerte a la vida; de la cruz a la resurrección. Por este motivo utilizaban unos pequeños estanques de agua en forma de cruz (Ver imagen). El bautizado se sumergía en el agua descendiendo desnudo por unas pequeñas escaleras. Emergía por el lado contrario. Allí era revestido con una vestidura blanca. Se hallan estanques (batispterios) en aquellos lugares donde hubo comunidad cristiana primitiva.
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