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Flores de Pascua solidarias

Informaros que tenemos una nueva iniciativa solidaria en la que nos encantaría que nuestros socios y socias participen.

En este caso la organiza el Centro de Salesianos Cooperadores, los cuales se están encargando de vender "Flores de Pascua solidarias" con la finalidad de donar todo el dinero recaudado a los proyectos de Fundación Don Bosco (Salesianos Global) y Bosco Global (ONGD Salesiana).

El precio de cada planta es de 4,50 € (en efectivo) y podrá ser encargada entre los días 13 y 20 de noviembre.

La retirada de las mismas se realizará solo los días 23 y 30 de noviembre en nuestra Asociación

Rogamos nos indiquen si desean formar parte de esta iniciativa solidaria para poder encargar las plantas y haceros entrega de las mismas. Para ello pueden hacerlo a través de Whastapp en nuestro número de teléfono (601384643)

¡No os quedéis sin vuestra plantita de Pascua!


Equipo de comunicación

¡Feliz Pascua de Resurrección!

"Animo, con Dios nada esta perdido."
Cristo ha Resucitado.  !Aleluya! Feliz Pascua.



- Y fue entonces cuando lo ví... lo confundí con el hortelano, pero me llamó por mi nombre y lo reconocí al instante. Nadie me ha llamado nunca con la dulzura de su voz... Me dijo que viniera a deciros que estaba vivo

- Estás loca María... El deseo de ver a Jesús te ha jugado malas pasadas y has sufrido alucinaciones...

- No, Pedro, no... créeme... ¡era Él! ¡Era el Maestro! Jesús nos dijo que al tercer día sucedería algo... ¡no lo entendimos! ¡Pero ahora estoy segura de que Dios lo ha resucitado de entre los muertos! Es un nuevo comienzo ¿No os dais cuenta? Dios está de nuestra parte!

Celebrando la Pascua

Bonitas fotografías del momento en el que los alumnos de la Casa de la Trinidad celebran la Pascua de Resurrección en el Patio de María Auxiliadora.




Feliz Pascua de Resurrección

Feliz Pascua de Resurrección

¡Claro que digo la verdad! Jesús nos dijo que al tercer día sucedería algo... ¡no lo entendimos!... ¡Pero ahora estoy segura de que Dios lo ha resucitado de entre los muertos! Es un nuevo comienzo ¿No os dais cuenta? ¡Dios está de nuestra parte!

5/may de 2015, Martes 5º de Pascua

La paz os dejo, mi paz os doy
Dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.
Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago».
Juan 14, 27-31

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbEl saludo era, para los antiguos pueblos orientales, como un pacto de fórmula breve. Al encontrarse dos personas judías se decían: «Shalom», que significa paz; una paz integral que engloba multitud de deseos positivos.
Cuando a una persona se le negaba el saludo, estaba en peligro. Por ejemplo: los hermanos del patriarca José terminaron vendiéndole a unos mercaderes de esclavos por veinte monedas de plata... Eso sólo fue tan sólo el desenlace. Primeramente le habían negado el saludo (shalom) y ya no hablaban con él.
La cultura de la no-violencia distingue entre paz negativa y paz positiva. La paz negativa es ausencia de violencia física y verbal. La paz positiva es promoción, cooperación, fraternidad, encuentro mutuo, aceptación de las diversidades del otro como medio para el enriquecimiento mutuo...
En el mejor de los casos, la paz que propugnan las grandes potencias es imposición de un bando que silencia al otro, tranquilidad porque el enemigo ha sido reducido.
Las guerras regionales o locales, diseminadas por todo el mundo, son semillas que sólo generan futuras cosechas de odio y venganza.
Esta es la «paz» que fabrica el mundo. Y mientras exista este modelo de paz, se están preparando nuevas guerras, porque los derrotados, tarde o temprano, reivindicarán lo perdido, generando un nuevo conflicto.
Por eso Jesús habla de una paz distinta a la del mundo. Jesús habla de la paz que Él da, en la que no hay derrotados, ni explotados, ni oprimidos, ni silenciados... Es la paz que se construye sembrando igualdad de derechos, dignidad para todos, solidaridad y fraternidad.
Es la paz de la fraternidad universal, no la paz de la amenaza, o la paz que imponen las grandes potencias, que pasan a la guerra cuando sus intereses son amenazados, sin hacer caso a la ética más elemental.
Existe también una paz pequeñita que construimos cuando discutimos con alguien sin buscar silenciarlo, sino intentando descubrir la razón que a ambos acompaña para poder hallar un punto de
encuentro sólido.
Los educadores cristianos educamos para la paz. Pero no para una paz asentada en esa ética que se conforma con cumplir las leyes impuestas por el estado y el contrato social.
Cuando educamos tan sólo para cumplir con una ética jurídica, la sociedad se judicializa y surgen problemas por doquier. El educador cristiano busca formar la conciencia con los auténticos valores de una paz más profunda que va más allá de la mera convivencia nacida del respeto a las leyes.

Shalom
Antigua expresión hebrea que significa «paz». Probablemente el pueblo hebreo heredó esta palabra de los cananeos, antiguos habitantes de Palestina. Esta expresión se ha conservado hasta nuestros días. En sus orígenes no era tan sólo un saludo verbal, sino que iba acompañado de una gran variedad de gestos corporales que le otorgaban sentido.
Shalom, en su forma verbal equivale a nuestro saludo ordinario.
Shalom, acompañado de un beso, es saludo fraternal que refuerza la cercanía y la amistad.
Shalom, con la entrega de un poco de sal, equivale a realizar un pacto duradero en el tiempo.
Shalom, inclinando el cuerpo en actitud de postración, significa sellar un tratado de paz, mostrando a la otra persona que se abandona toda actitud violenta.

4/may de 2015, Lunes 5º de Pascua

Vendremos a él y haremos morada en él
Dijo Jesús a sus discípulos:
«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama, no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando lo que os he dicho».
Juan 14, 21-26


Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbEn el texto de hoy aparece la promesa de Alguien que se va a encargar de cuidar y llevar a la comunidad cristiana a la plenitud la vida ofrecida por Dios. Este «Alguien» es el Espíritu Santo. El evangelio de Juan le define como el «Paráclito». Se trata de una expresión tomada del vocabulario jurídico griego. Significa: abogado, procurador, defensor... (parakletos)
El evangelio de Juan está preocupado porque las comunidades cristianas (iglesias), que comienzan a ser numerosas, gocen de una vida espiritual rica y sostenida en el tiempo; una vida con calidad espiritual. La presencia de Dios sigue estando garantizada mediante la acción del Espíritu Santo que cuidará la calidad de vida de las comunidades.
Pero es indecoroso pensar que Dios está muy preocupado por la calidad de nuestra vida espiritual, y apelar a la acción del Espíritu en nuestro interior personal, cuando existen miles de millones de personas que no tienen garantizados los mínimos vitales para poder sobrevivir con dignidad.
Creer que Dios Padre nos envía el Espíritu para llevar a plenitud la vida nacida de la resurrección de Jesús, supone hacer una opción por ampliar esta vida a todos los hombres y mujeres del mundo, especialmente a aquellos que sufren la exclusión y no tienen «ningún defensor» (Paráclito) que haga escuchar su voz.
El educador cristiano cuida la existencia de los chicos y chicas con quienes comparte su tarea pedagógica. Se esfuerza para que la calidad de vida crezca y se desarrolle en todos sus aspectos y dimensiones.
Se convierte en «paráclito» (defensor y abogado) de aquellos que carecen de los mínimos necesarios para vivir una existencia con calidad. Dirige su mirada de predilección a los más necesitados para que tengan vida en abundancia. Se atreve a mirar la vida desde la óptica de los jóvenes.

«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.»

3/may de 2015, Domingo 5º de Pascua

Permaneced en mí y yo en vosotros
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, sino permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmientos, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Juan 15. 1-8

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdbJesús se define como la vid verdadera (la cepa), mientras a sus discípulos los llama los sarmientos (las ramas) que deben estar unidos a la vid para poder dar fruto y evitar ser cortados. Es decir, la razón de ser del seguidor de Jesús radica en recibir de Él la forma de ver, de pensar y de actuar, de tal manera que corra por la existencia del cristiano la vida del Maestro, como corre la savia de la cepa por los sarmientos.
Para el pueblo de Israel el símbolo de la vid (y de la viña) era algo consistente y profundo: Tras haber salido del país de Egipto, se quejan a Moisés por no hallar lo prometido: «Una tierra que mana leche y miel y que tiene abundantes campos y viñedos». Cuando se establezcan en Canaán, en la tierra prometida, valorarán tanto los viñedos que estos pasarán a simbolizar al Pueblo de Israel, de tal forma que el viñedo es el pueblo, y Yahvé, el viñador.
En el texto que hemos leído aparece una idea nueva en las historia de las religiones: Para el antiguo Israel había una diferencia entre la viña y el viñador... Para el nuevo pueblo de Dios (la Iglesia), ya no debe haber ninguna diferencia. Por Jesús y las primeras comunidades corre savia común. Este dato implica una profunda unión.
¿Qué tipo de unión?
Mucha gente piensa que estar unido a Jesús significa conocer todos los secretos teológicos y tener resueltas las dudas. Es decir, estar preparados doctrinalmente. Pero no es esto lo que el Evangelio nos plantea. Tomar la savia de Jesús es asimilar su modo de pensar para realizar las mismas obras que él realizó. Y esto implica: aplicar el análisis que él hizo de la sociedad de su tiempo, las motivaciones que tuvo para iniciar su actividad, la posición que tomó frente a las estructuras de poder de su momento y definirse por los pobres, oprimidos y marginados.
Pero podemos aprender algo más de la imagen utilizada por Jesús: A pesar de que todos los sarmientos están unidos a la cepa, no hay ningún sarmiento igual a otro. La unidad la da la savia, pero los sarmientos dan la diversidad, la riqueza y la belleza. Nos corresponde ser sarmientos unidos a la cepa.
Pero tengamos claro que la vid (que es Dios Padre y Jesús) toma cuerpo y forma en cada pueblo y cultura.
La savia de Jesús da vida a multitud de personas inmersas en culturas diferentes. La fe cristiana es católica: puede ser vivida por toda persona que confiese que Cristo es el Señor, sin importar raza, lengua, condición social...
El educador cristiano es el sarmiento que ofrece vida a un pueblo de jóvenes. Por su mediación, niños y jóvenes, crecen de forma positiva y tienen vida en abundancia. Los jóvenes tienen un estilo cultural propio. La savia de Jesús también debe vivificar la cultura juvenil para que dé frutos abundantes.

La viña
El antiguo pueblo de Israel halló en las viñas uno de los mejores símbolos para expresar la Tierra Prometida. El vino pasó a convertirse en producto alimenticio de primer orden y signo de tierra fecunda.
La viña se convirtió en símbolo del pueblo de Israel. Una viña de oro adornaba el muro del Templo de Jerusalén en tiempo de Jesús. El racimo de uvas es símbolo ornamental en monedas y capiteles.
Las antiguas ciudades de Canaán ya conocían en vino antes que llegara el pueblo de Israel. Lo elaboraban en lagares comunales.

(Fotos: izq: Shivta. Sur de Judá. Lagar comunal. Siglo X a C. Dcha: Viñedo de Galilea)


30/abr de 2015, Jueves 4º de Pascua

Vendremos a él y haremos morada en él
Dijo Jesús a sus discípulos: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama, no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando lo que os he dicho».
Juan 14, 21-26

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) En el texto de hoy aparece la promesa de Alguien que se va a encargar de cuidar y llevar a la comunidad cristiana a la plenitud la vida ofrecida por Dios. Este «Alguien» es el Espíritu Santo. El evangelio de Juan le define como el «Paráclito». Se trata de una expresión tomada del vocabulario jurídico griego. Significa: abogado, procurador, defensor... (parakletos)
El evangelio de Juan está preocupado porque las comunidades cristianas (iglesias), que comienzan a ser numerosas, gocen de una vida espiritual rica y sostenida en el tiempo; una vida con calidad espiritual. La presencia de Dios sigue estando garantizada mediante la acción del Espíritu Santo que cuidará la calidad de vida de las comunidades.
Pero es indecoroso pensar que Dios está muy preocupado por la calidad de nuestra vida espiritual, y apelar a la acción del Espíritu en nuestro interior personal, cuando existen miles de millones de personas que no tienen garantizados los mínimos vitales para poder sobrevivir con dignidad.
Creer que Dios Padre nos envía el Espíritu para llevar a plenitud la vida nacida de la resurrección de Jesús, supone hacer una opción por ampliar esta vida a todos los hombres y mujeres del mundo, especialmente a aquellos que sufren la exclusión y no tienen «ningún defensor» (Paráclito) que haga escuchar su voz.
El educador cristiano cuida la existencia de los chicos y chicas con quienes comparte su tarea pedagógica. Se esfuerza para que la calidad de vida crezca y se desarrolle en todos sus aspectos y dimensiones.
Se convierte en «paráclito» (defensor y abogado) de aquellos que carecen de los mínimos necesarios para vivir una existencia con calidad. Dirige su mirada de predilección a los más necesitados para que tengan vida en abundancia. Se atreve a mirar la vida desde la óptica de los jóvenes.

29/abr de 2015, Miércoles 4º de Pascua

Yo he venido al mundo como luz
Jesús dijo, gritando: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado.
Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.
El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre».
Juan 12, 44-50

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) El evangelio de hoy pone en boca de Jesús la siguiente afirmación: «Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas».
¿Qué entendían los contemporáneos de Jesús al escuchar la palabra «luz» pronunciada en ambiente religioso?
- Los judíos usaban frecuentemente la imagen: luz/tinieblas. Caminar en la luz era sinónimo de obrar rectamente, practicando la justicia, cumpliendo con la oración, el ayuno y la limosna. Los impíos caminaban en tinieblas.
- La Ley de Dios (La Torah) era la luz que ilumina el caminar del pueblo como una antorcha en la noche.
- Dios había guiado a su pueblo con una especie de columna de luz para que no sucumbiera en su caminar por el desierto y alcanzara la tierra prometida; tierra de la fraternidad.
- El Templo de Jerusalén es frecuentemente comparado con una luz puesta sobre un monte para alumbrar no sólo al pueblo de Israel, sino a todas las naciones de la tierra.
- El Mesías era comparado con una luz que brillaría para el pueblo. Recordemos las alusiones a la luz que hacen determinados textos proféticos de Isaías: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz...»
- El vocablo «luz» es aplicado al mismo Dios en determinadas ocasiones.
Cuando el evangelio de Juan afirma que Jesús ha venido al mundo como «luz», esta diciendo:
- La ley antigua ha pasado, Jesús es la nueva ley de Dios para el nuevo pueblo.
- Jesús es el Mesías esperado por los profetas.
- Jesús es el nuevo templo donde habita Dios. Jesús acoge a hombres y mujeres de toda lengua, raza y cultura.
Incluso está afirmando que Jesús, con su vida histórica y acciones liberadoras, es la auténtica luz, en contraposición a la «iluminación» que proponían los círculos gnósticos. La filosofía gnóstica afirmaba que la salvación llega simplemente por conocer verdades y doctrinas, sin necesidad de acciones históricas comprometidas con la justicia y la liberación de los más oprimidos.
El educador cristiano se convierte en «luz» para los chicos y chicas. Él es el guía coherente, puesto al frente de un pueblo de niños y jóvenes, para conducirles a un desarrollo integral.
Lámpara romana. Siglo I
Lámpara cananea. Siglo X a. C.
 
Lámpara de Qumram. Israel. Siglo I a. C.



28/abr de 2015, Martes 4º de Pascua

Yo y el Padre somos uno
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».
Juan 10, 22-30

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Jesús ha subido al Templo para celebrar la fiesta de la Dedicación. En el ambiente de esta fiesta, paseando por el pórtico de Salomón, Jesús sigue enfrentándose con los representantes del judaísmo.
El Pórtico de Salomón medía alrededor de 450 metros de longitud. El techo era de madera labrada, sostenida por dos filas de columnas de 12 metros de altura cada una. A lo largo del Pórtico de Salomón se colocaban los maestros de la Ley a ofrecer sus enseñanzas.
La fiesta de la Dedicación del Templo se celebraba desde el año 165 a.C. Los hermanos Macabeos vencieron a los griegos y reconstruyeron el templo que se hallaba en ruinas. La fiesta duraba siete días. Eran tiempo de fiesta y gozo en el que no se podía llevar luto ni ayunar. Cada día se encendía una luz del candelabro de los siete brazos.
Quienes no disponían de este candelabro encendían en su casa pequeñas lámparas de barro; una el primer día, dos el segundo día... y así sucesivamente.
El problema entre Jesús y los judíos se agravaba cada vez más. Hoy, en el marco de esta fiesta, la controversia llega por la imagen de Mesías. La tradición judía había elaborado dos modelos de Mesías:
La primera, a ejemplo de David: fuerte, poderoso, guerrero, monarca, con capacidad de conquista y de dominio. Devolvería a Israel el esplendor de cuando era reino independiente.
Esta imagen estaba presente en muchos judíos contemporáneos de Jesús.
Pero Jesús tenía el concepto de Mesías heredado de la tradición de los profetas del Antiguo Testamento: Un mesías que asume en sí el dolor y la muerte injusta del pueblo; un mesías que tiene a los pobres como objetivo final de su acción. Son dos modelos irreconciliables.
¿Qué tipo de educador vas forjando en ti? ¿El modelo de quien se sitúa en la profesionalidad fría de su trabajo para ejercer docencia? ¿Un educador que actúa con mano dura desde el poder que le otorga su posición de docente? ¿El tipo que asume y comprende las dificultades y esperanzas de los chicos y chicas con quienes comparte procesos de crecimiento?

Fiesta de la Dedicación
La acción del Evangelio de hoy transcurre en el marco de la Fiesta de la Dedicación. Esta festividad judía fue instituida en el año 164 a. C. por Judas Macabeo, guerrillero judío que logró sacudir la dominación griega que oprimía al pueblo judío.
El acto central fue la consagración («dedicación ») del Templo de Jerusalén que había sido profanado por el rey Antíoco.
La fiesta dura una semana. Cada día la familia enciende una vela de las siete que se hallan en los brazos del Candelabro judío, denominado «me-norah».
El simbolismo es el siguiente: La luz que se enciende primero es la que se halla en el soporte central del Candelabro. Simboliza la Palabra de Yahvé, que progresivamente va iluminando todas las realidades de la vida.
La fiesta tiene lugar en diciembre. Coincide con el solsticio de invierno, y en tiempos antiguos era «La fiesta de la Luz».

27/abr de 2015, Lunes 4º de Pascua

El buen pastor da su vida por las ovejas
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños»
Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.
Entonces Jesús les dijo de nuevo:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas»
Juan 10, 1-10

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) La parábola del «Buen Pastor» es la imagen de Dios que mayores problemas causa a quienes se aferran a una concepción cerrada e integrista del cristianismo.
Jesús tomó esta imagen del Libro de Ezequiel. Este profeta hace una descripción magistral del Dios, que en persona, va a convertirse en pastor no sólo de su pueblo, sino de todos aquellos que sufren y andan entre nubarrones y oscuridad. ¿Qué acciones realizará el Señor cuando se convierta en Pastor del pueblo?. Siguiendo la segunda parte del capítulo 34 de Ezequiel, hallamos las siguientes intervenciones de Dios, Buen Pastor de su pueblo:
     Sacar, buscar, traer del desierto...
     Seguir el rastro y hallar a las ovejas perdidas
     Recoger a las descarriadas
     Vendar a las heridas, curar a las enfermas
     Congregar al rebaño
     Proteger de la oscuridad y los nubarrones
     Apacentar en jugosos pastizales y en ricas dehesas
     Ayudar a las ovejas flacas y débiles
     Ahuyentar a los animales dañinos
     Ofrecer lugares seguros, salvar
     Hacer alianza
     Liberar de la opresión y el yugo, liberar del hambre...
El texto de hoy, siguiendo la línea de Ezequiel, subraya que Jesús es «el buen pastor que da la vida por sus ovejas» y «tengo que traer a otras ovejas que no son de este redil; también a ésas tengo que traer»
Sin embargo ha habido épocas en las que parece que los cristianos hayamos olvidado esta enseñanza evangélica. La reducción de la salvación a los estrechos márgenes de la Iglesia Católica es una de las tentaciones que han rondado frecuentemente a los católicos.
La mayor parte de la humanidad queda fuera de la Iglesia y por tanto fuera de la salvación. Los cristianos debemos plantearnos cómo mostrar la figura de Jesús a quienes no participan de la comunidad cristiana, porque el mensaje de salvación también es para ellos.
El educador cristiano halla en la imagen del Buen Pastor un modelo de actuación. Por su misión educadora se sabe al frente de un pueblo de niños y jóvenes. Con solicitud les ofrece pastos abundantes, busca a las ovejas descarriadas, cuida a las enfermas, apacienta a las robustas, libera de los animales dañinos, protege de los nubarrones y las tormentas...

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas

26/abr de 2015, Domingo 4º de Pascua

El buen pastor da la vida por las ovejas
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
Juan 10, 11-18

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) En el evangelio de hoy Jesús se presenta como el Pastor que cuida a las ovejas, no sólo las de su aprisco sino también las de otros rediles.
Jesús toma esta idea del capítulo 34 del libro de Ezequiel. Este profeta, en un despliegue magnífico, presenta a Yahvé como el Buen Pastor que llegará para defender al pueblo.
Ezequiel enumera cerca de veinte acciones positivas va a realizar este Buen Pastor en favor de los más sencillos de su pueblo: Traer, congregar al rebaño disperso, unir, vendar a las ovejas heridas, liberar de nubarrones y oscuridad, buscar las descarriadas, apacentar al rebaño en ricas dehesas, cuidar a los corderos, ahuyentar al lobo, liberar del hambre...
La figura de pastor que Jesús asume es la del pastor que busca a la oveja descarriada, y cuando la encuentra se alegra, la recoge y la trae de vuelta al aprisco. Por eso su gozo y su alegría está en que los hombres y mujeres de buena voluntad acojan y asuman su proyecto de vida.
Jesús marca diferencias con los pastores mercenarios que huyen cuando intuyen los problemas, abandonando el rebaño y dejando a las ovejas a merced del peligro. (El lobo era el animal depredador que castigaba con mayor frecuencia a los rebaños que pastaba en las inmediaciones del desierto de Judea) Jesús es el Pastor Universal, que llama incluso a los que no pertenecen al judaísmo para que venga a formar parte del rebaño universal, el de los que asumen como él la esperanza del Reino de Dios.
El evangelio de Juan no propone el tema para subrayar la bondad del Pastor Jesús, sino para afirmar su fidelidad y coherencia frente a otros “pastores”. Jesús nos pide que seamos auténticos en nuestra misión y compromiso.

El Buen Pastor
El tema del Buen Pastor es uno de los ejes transversales que recorren el Evangelio.
A lo largo de muchos siglos el pueblo de Israel maduró una idea nacida de su pasado nómada y pastoril: Yahvé cuida y protege a su pueblo como un buen pastor que ofrece la vida por sus ovejas. El profeta Ezequiel, siglos antes que naciera Jesús de Nazareth, describió magníficamente las acciones de este Buen Pastor en favor de su pueblo. (Ezequiel 34)
Jesús de Nazareth hizo suya esta idea y vivió de tal manera que sus discípulos, viéndole, comprendieron que era el buen pastor anunciado por el profeta Ezequiel.
La imagen del «Buen Pastor» se halla grabada con profusión en las catacumbas romanas que frecuentaron los primeros cristianos de Roma.

25/abr de 2015, Sábado 3º de Pascua

Tú tienes palabras de vida eterna
Muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen». Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie pude venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».
Juan 6, 60-69


Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Cafarnaún tendría, en tiempos de Jesús, unos 2.000 habitantes y contaba con una importante sinagoga. En ella se reunían los judíos los sábados para comentar y actualizar la Escritura. La arqueología ha descubierto las ruinas de esta gran Sinagoga que, en tiempos de Jesús, ya era muy importante.
Cien años después de la muerte de Jesús fue reconstruida con piedras blancas. Tenía una extensión de casi mil metros cuadrados. Esta sinagoga es citada en documentos antiguos por su belleza. Recibió el sobre nombre de «La Sinagoga Blanca», por el color de las piedras que formaban su exterior. A pesar de ello siempre conservó, (hasta nuestros días) sus cimientos hechos de piedra oscura de basalto. La planta y columnas de esta Sinagoga es una de las visitas obligadas de los peregrinos que se acercan a Tierra Santa.
En este escenario Jesús terminó diciendo algo muy simple, pero muy profundo: Que su persona era el verdadero alimento bajado del cielo, superior al alimento de los panes que él había multiplicado, y superior también al maná del desierto. Él era superior porque tenía capacidad de dar vida eterna.
¿Por qué esta propuesta de Jesús terminó siendo dura y escandalosa para los judíos.? Porque la entendieron al pie de la letra. Por eso Jesús pasó a explicarla: No se trataba de que comieran su carne física y humana, como si se tratara de un ritual caníbal; se trataba de participar en un signo que orientaba la vida total del cristiano.
Comulgar con Jesús no significa consumir la materialidad su carne y su sangre, sino estar unidos con todo el proyecto liberador que Él proclamó con su vida, muerte y resurrección.
La comunión con Cristo, y con la comunidad cristiana, transmite capacidad transformadora.
Quien se acerca a comulgar debe asumir que lo que da sentido a la vida es entregarse en la familia, en el trabajo, en la acción voluntaria, en el grupo de fe... en la clase y en el aula. En definitiva, ofrecer la propia vida para transformar la realidad, según ejemplo de Jesús.
La Eucaristía no es tan sólo una norma religiosa que hay que cumplir semanalmente. Seguir a Jesús afecta a nuestra forma de estar presentes en la común historia de la humanidad.
El educador que participa de la Eucaristía, debe vivir también en estrecha unión con aquellos chicos y chicas con quienes comparte la vida. Porque el proyecto de Jesús no se orienta tan sólo a celebrar determinados rituales religiosos, sino a hacer presente la vida y la salvación histórica que Él inició.

Detalles: Sinagoga de Cafarnaún

24/abr de 2015, Viernes 3º de Pascua

El que come mi carne, habita en mí
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo:
«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
Juan 6, 52-59

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) En estos días estamos leyendo el capítulo 6º del evangelio de Juan. El desarrollo de este capítulo del Evangelio de Juan es un proceso gradual que va creciendo en interioridad teológica y en tensión: Del milagro de la “multiplicación de los panes” pasa al tema del “maná del desierto”. Del tema del “maná, al tema de “comer la carne y beber la sangre” de Jesús, causa final del rechazo de sus seguidores.
«Cuerpo y sangre» equivalía para el antiguo Israel a «la vida». La sangre era el símbolo más fuerte de la existencia. Por ese motivo los antiguos judíos tenían prohibido comer la sangre de los animales. La sangre era la vida... y ésta pertenece a Yahvé.
Cuando sacrificaban un animal, lo desangraban cuidadosamente a fin de no consumir su sangre.
Según la mentalidad judía «la expresión comer la carne y la sangre» supone una fuerte unión personal, no sólo física, sino también en espíritu, ideas y acción. Los cristianos de nuestro tiempo hemos «perdido» mucho tiempo cavilando cómo Jesús está presente en el pan y en el vino... ¡Qué poco tiempo hemos dedicado a adherirnos al proyecto de vida que nace de compartir la Eucaristía!
Tras la muerte y resurrección de Jesús los primeros cristianos comenzaron a repetir el gesto de la Última Cena: La Eucaristía. Cuando llevaban ya varias decenas de años repitiendo este gesto del Señor, el evangelio de Juan reflexiona sobre esta práctica ya extendida. Para aquellos primeros cristianos, el problema de la Eucaristía no radicaba en comprender de qué misteriosa forma Jesús podía estar presente en el pan y en el vino. El problema estaba en que muchos judíos no llegan a comprender el planteamiento fundamental de Jesús: El Jesús que ellos buscaban era un Jesús poderoso que pusiera en acción sus energías milagreras y les solucionara el problema del hambre. Jesús, por el contrario, buscaba personas que entendieran y se adhirieran a su proyecto de humildad, entrega y sencillez.
Para la realización de este proyecto era necesario pasar de la imagen de un Jesús poderoso a un Jesús que se entregaba como las víctimas de los sacrificios, ofreciendo su «carne y sangre».
Para el educador cristiano, creer en la Eucaristía no significa solamente aceptar que Jesús está presente en el pan y en el vino. Creer en la Eucaristía significa estar convencido que para transformar el mundo no hay que utilizar el dominio, el poder, la violencia, la ostentación, la competencia y la riqueza... sino el camino de Jesús: la cercanía a los más sencillos, el ofrecimiento y la entrega gratuita de las propias cualidades.

23/abr de 2015, Jueves 3º de Pascua

El que cree, tiene vida eterna
Dijo Jesús a la gente: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios». Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Juan 6, 44-51

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Una de las dificultades que presenta el evangelio de Juan es su terminología. Maneja conceptos que están cargados de intencionalidad teológica.
Cuando el evangelio de Juan habla de “pan del cielo” no se está refiriendo directamente a un pan enviado desde el cielo, sino al hecho histórico del maná del desierto, considerado como algo extraordinario, ya que los israelitas, al levantarse por la mañana, se encontraban con unos granitos blancos adheridos a los tamarindos del desierto; y, al no haberlos visto el día anterior, los consideraban como un regalo llovido o caído del cielo. Frente a este hecho podemos tomar tres actitudes:
La primera actitud es historicista: pensar que la falta de principios científicos que explicaran adecuadamente los fenómenos de la naturaleza, es lo que llevó a los judíos a interpretar como milagro un hecho natural. Si lo interpretamos así, el milagro en su dimensión externa desaparece y el relato corre el peligro de perder su contenido liberador interno, y caer en la trampa de ver el suceso del maná solamente como un fenómeno natural, sin ninguna significación de la presencia liberadora de Dios.
La actitud opuesta a la anterior es creer que el maná bajó literalmente del cielo. El argumento que ordinariamente se esgrime es que Dios es Dios y que para él no hay nada imposible. Esta actitud, muy frágil, por lo simplona y acrítica, obedece a una idea no histórica de Dios.
La tercera actitud se fundamenta en la forma que tenían los primeros cristianos de escribir. Frecuentemente realizaban «paralelismos». Y así como el antiguo pueblo de Israel comió en el desierto un alimento que fue la base de su sustento, así la Iglesia (nuevo pueblo de Dios) encuentra en la eucaristía el alimento que le sostiene y le ayuda a configurarse como pueblo de Dios.
El educador cristiano explica a niños y adolescentes el significado profundo de la eucaristía y les ayuda a participar de este sacramento que nos une a Cristo.

Tabgha
El texto de hoy hace referencia a la reflexión que Jesús hace tras haber multiplicado los panes y los peces. La acción transcurre en la orilla del Mar de Galilea.
Una sólida tradición cristiana sitúa este pasaje evangélico en un lugar llamado Tabgha.
El nombre griego del lugar es: Heptapegón, que significa «Siete manantiales». Es un lugar de gran belleza y verdor. Actualmente siguen fluyendo los siete manantiales.
(En la imagen inferior, uno de ellos) La peregrina Egeria, ya en el siglo IV, describió el paraje como muy bello y apacible.

22/abr de 2015, Miércoles 3º de Pascua

Proclamad el evangelio al mundo entero
Se apareció Jesús a los once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean,  es acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Marcos 16, 15-20

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Nos hallamos ante uno de los textos más problemáticos del Nuevo testamento. Se trata de un añadido posterior que pretende resumir y dar sentido al evangelio de Marcos.
Este texto que leemos hoy no se halla en el Códice Vaticano. Este Códice es un pergamino del año 350 que contiene los evangelios, escritos en lengua griega, tal como los conocemos hoy. Tampoco aparece en el Código Sinaítico, otro pergamino que fue escrito también hacia el año 350 y hallado en el Monasterio de Santa Catalina que se alza a los pies del Monte Sinaí.
Aunque se trata de un texto tardío, contiene enseñanzas interesantes para nuestra reflexión: Jesús se despide de los discípulos con un encargo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación". De ahora en adelante no deberán limitarse al pueblo judío, pues el mensaje es universal y mira a la humanidad entera. Ya no hay un pueblo elegido, sino que es toda la humanidad la elegida y destinada a experimentar la salvación de Dios. Ningún rincón de la tierra, ningún país, ningún grupo de personas estará excluido en principio del Reino, pues Jesús ha venido para que no haya excluidos del pueblo ni pueblos excluidos.
Es un mensaje que rompe con las visiones cerradas e integristas. Aquellos primeros cristianos ya habían comprendido que todas las culturas poseen “semillas” o elementos del evangelio, ya que todas están llenas de valores positivos.
Anunciar el evangelio frente a una cultura no es avasallarla, destruirla y desvirtuarla, sino descubrir los valores que el mismo Dios ha puesto en ellas. En este sentido, «evangelizar es entrar en diálogo» con las otras culturas.
Cuando estamos convencidos de que Dios se revela a todas las culturas, en todos los tiempos, entendemos las evangelización como un mutuo enriquecimiento: el evangelio comunica a la cultura novedad y claridad en sus contenidos de justicia, mientras la cultura le ofrece la fuerza de su propia tradición, la riqueza de sus propias búsquedas y la novedad de sus propias expresiones simbólicas.
Lo que se puede aplicar a todas las culturas del mundo, también debe ser aplicado a la «cultura juvenil». Cada generación de jóvenes posee su propia cultura. Como toda cultura, tiene aspectos positivos que contribuyen a mejorar el mundo y aspectos que deben ser iluminados por el Evangelio.
El educador creyente se siente llamado a proclamar la vida y salvación de Dios en medio de la cultura juvenil.
Proclamad el evangelio a toda la creación

21/abr de 2015, Martes 3º de Pascua

Yo soy el pan de la vida
Dijo la gente a Jesús: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti?
¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo»”.
Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo”
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed».
Juan 6, 30-35

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Para los judíos hubo un «pan del cielo» que comieron durante su estancia en el desierto: El maná. Este «pan» especial con el que se alimentaba el pueblo de Israel en su caminar por el desierto, forma parte de las imágenes de la religiosidad popular.
El maná tiene una explicación natural: Existe una especie de árbol en la península del Sinaí, conocido como «tamarix mannifera», en el que viven dos tipos de cochinilla que segregan gotas de un producto apto para la alimentación humana. Estas gotas son del tamaño de una lenteja pequeña. Las secreciones gotean por la corteza del árbol con el calor, y se endurecen con el fresco de la noche. En las primeras horas de la mañana tienen un color blanquecino, que más tarde se transforma en amarillo parduzco. Posee un sabor dulce como la miel. Y puede ser molido y triturado para hacer posteriormente tortas.
Su sabor era como el de torta amasada con aceite. Parece ser que su denominación proviene la palabra egipcia «man». En hebreo «maná» significa «¿qué es esto?»
Por estos motivos históricos, cuando los judíos hablaban de “pan del cielo” no entendían lo mismo que pretende decirles Jesús. De aquí la polémica que plantea el texto de hoy.
Jesús les había planteado, después del suceso de la multiplicación de los panes, la necesidad de creer en él, no por el alimento material que les había dado, sino por el alimento imperecedero que les ofrecía; reflejado simbólicamente en el pan y en los peces multiplicados.
Lo imperecedero de Jesús era la solidaridad, la capacidad de enfrentar y resolver los problemas dentro de unos parámetros que no fueran los del dinero. Jesús le invitaba a que descubrieran, tras el pan y los peces, otro «pan» que alimenta la conciencia y la libera.
El texto de hoy fue escrito originariamente para ofrecer una enseñanza a los cristianos de las primeras comunidades, que en su mayoría vivían todavía anclados en la antigua religión judía. La enseñanza a estas primeras comunidades cristianas era la siguiente: El «maná» que Moisés dio al antiguo pueblo de Dios, ha quedado como un recuerdo de la historia. Jesús, nuevo guía del nuevo pueblo de Dios (comunidades cristianas) ofrece una nuevo pan que es mejor y más profundo que aquel antiguo «maná» del desierto.
Nosotros, cristianos del siglo XXI también hallamos en este texto una enseñanza: Considerar a Jesús “pan del cielo” y objeto de comunión, no es tan sólo participar del pan y vino en la Eucaristía. Comulgar no es tan sólo cumplir con las exigencias de un antiguo ritual. Es, ante todo, asimilar el compromiso que Jesús propuso para la transformación de las personas y la sociedad.
El educador cristiano entrega a los chicos y chicas el pan de la cultura y de los valores cristianos. Si la alimentación es necesaria para el crecimiento físico de niños y jóvenes, también lo es la educación en valores y la cultura... Pero la cultura es algo vivo, dinámico y en constante evolución. El educador cristiano no ofrece el «pan de una cultura trasnochada», sino los valores emergentes de una cultura actualizada.

El maná
El pueblo de Israel se alimento con el «maná» durante su estancia en el desierto del Sinaí.
Este alimento es segregado por el tronco de un árbol del desierto llamado vulgarmente «tamarisco de maná».
Las secreciones tienen forma de grumos blancos. De sabor dulzarrón, pueden ser molidas y
convertidas en una especie de harina muy nutritiva.
Cuando el pueblo de Israel se asentó en Palestina y se hizo sedentario, se alimentó con pan de trigo y cebada.
Con el paso de los años el pan se convirtió en un símbolo sagrado. El pan fue considerado siempre como alimento enviado por Yahvé.
En el Templo se hallaban permanentemente los «Panes de la Proposición»; doce tortas de flor de harina (una por cada tribu), apiladas en dos montones de seis. Sobre ellas se quemaba incienso.
Eran renovadas cada sábado.
Jesús de Nazareth otorga al pan un simbolismo sagrado, ya conocido por el antiguo pueblo de Israel. Los evangelistas establecen un paralelismo entre el «maná» (pan bajado del cielo) y Jesús, que se ofrece como alimento en el pan de la Eucaristía.

Fotos: Arriba Maná. Abajo Desierto del Sinaí, Tamarix mannifera

20/abr de 2015, Lunes 3º de Pascua

Trabajad por el alimento que perdura
Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago.
Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?” Jesús les contestó: «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?» Respondió Jesús: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado».
Juan 6, 22-29

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) El episodio de «La multiplicación de los panes», y sus consecuencias, es uno de los pocos que aparecen simultáneamente en los cuatro Evangelios. Ello manifiesta la gran importancia que tuvo la multiplicación de los panes para la teología del Nuevo
Testamento.
La gente se pone a buscar a Jesús. Y Jesús, con plena lucidez, analiza las razones y los motivos de esta búsqueda. Y les dice una frase muy interesante: «Me buscáis no porque visteis signos, sino porque habéis comido pan hasta saciaros»
La esencia de un milagro está en el contenido liberador que provoca. No es lo exterior lo que define al milagro bíblico. Es posible que el acontecimiento externo nos admire y nos fascine, pero un hecho sobrenatural no es de por sí un milagro en el evangelio. El milagro del evangelio une siempre al acontecimiento externo, un significado profundo que ayuda a liberar el interior de la persona.
En la «multiplicación de los panes» el contenido interior del milagro no había sido el que la gente se saciara de pan y peces, sino este otro: Que el pueblo y sus discípulos entendieran que el dinero no es la única vía para resolver los problemas... que las dificultades hay que enfrentarlas comunitariamente y no sacudírselas de encima... y, sobre todo, que la solidaridad es la fuerza que una comunidad tiene para salir adelante, frente a todos los imposibles: hambre, enfermedad, paro y trabajo precario, injusticias, etc.
A Jesús le duele que lo busquen por lo externo del milagro.
Creer en Dios Padre y su enviado significaba no esperarlo todo de él en forma pasiva, sino comprometerse en unión con otros a cambiar la propia situación haciendo experiencias de fraternidad.
El signo de la multiplicación de los panes no se hizo para encerrar al grupo de creyentes en la comodidad de tener quien lo alimentara, sino para abrirlo a la solidaridad. Compartir lo que se tiene es lo que transforma la realidad desde el interior.
El educador cristiano no está llamado a hacer milagros en su aula o grupo. Toda su persona debe convertirse en «milagro» para los chicos y chicas. Es decir, está llamado a ser un signo positivo que oriente la vida de los jóvenes, les dé profundidad y les encamine hacia la libertad que Cristo inauguró con su muerte y resurrección.

Trabajad por el pan que perdura

19/abr de 2015, Domingo 3º de Pascua

Paz a vosotros
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:
— «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
— «¿Tenéis ahí algo que comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
— «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
— «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
Lucas 24, 35-48

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Los relatos de las apariciones de Jesús nos ponen en un dilema: Elegir entre una lectura literal que acentúa la historicidad de lo narrado, o elegir el carácter simbólico y teológico de los textos.
Aunque hubiera existido una cámara fotográfica, la resurrección no hubiera podido ser fotografiada. Jesús resucitado no es su cadáver reanimado y vuelto a la vida terrena. Es otra realidad perteneciente a unas categorías y unas dimensiones que se nos escapan totalmente. El hecho de la resurrección desbordó la experiencia de los primeros discípulos y recurrieron a varios relatos para intentar expresar aquello que nunca habían sentido ni percibido.
Confesar que Jesús ha resucitado, no es hablar de algo que tan sólo le afecta a Él. La resurrección no es sólo un acontecimiento ligado a Jesús. Es también un suceso ligado a sus discípulos y a la comunidad de quienes creen en el Resucitado. La fe en la resurrección modificó completamente su futuro y dio otro sentido a su vida presente.
A partir de este momento, quien confiese creer en Jesús resucitado va a ser perseguido. (Así lo narra el libro de los Hechos de los Apóstoles que cuentan la vida de estas primeras comunidades)
Esta es una de las pruebas más claras de la repercusión social que tiene la fe en Jesús crucificado y resucitado. Creer en él significaba y significa destronar los dioses que le han dado la razón al poder egoísta que no comparte, sino que explota al de abajo, causándole dolor y muerte. Creer en la resurrección de Jesús es estar convencido de que Dios le ha quitado la razón a los injustos, para dársela a los pobres y excluidos.
Es necesario purificar el lenguaje sobre la resurrección:
La fácil «fe del carbonero», que se queda en aquellas imágenes de las láminas de los libros de religión, es ineficaz para dar un testimonio válido y creíble ante el mundo moderno (el mundo crítico de la ilustración, de la modernidad y de la posmodernidad). Conviene que salgamos de los cerrados muros del entorno cristiano, donde cualquier lenguaje puede pasar sin crítica, y entremos en el mundo de la calle, de la opinión pública, de las inquietudes de la persona actual que ha perdido la ingenuidad y ya no es capaz de creer una resurrección que le parecería demasiado fácil. Hemos de esforzarnos por «creer de otra manera».


18/abr de 2015, Sábado 2º de Pascua

Soy yo, no temáis
Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando.
Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron.
Pero él les dijo: «Soy yo, no temáis». Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.
Juan 6, 16-21

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Como una consecuencia de la multiplicación de los panes, el pueblo quiere proclamar a Jesús como rey y Mesías. Acaban de ver en Él a la persona que puede librarles de las miserias y dominaciones que padece el pueblo de Israel. Pero Jesús huye y se retira en soledad a la montaña. Su estilo no es el de un Mesías dominador y poderoso.
Los discípulos abandonan al Maestro. Tal vez ellos preferían a un Jesús dominador, cargado de fuerza y poder, y no a un Jesús animador de la solidaridad y la fraternidad.
Y se embarcaron mar adentro, sin importarles dónde estaba Jesús.
De esta forma el evangelista crea dos escenarios geográficos distintos y cargados de diverso significado:
  • Jesús está en la montaña; lugar de la presencia de Dios; lugar de humildad, oración, sencillez y preparación para el tiempo nuevo.
  • Los apóstoles se hallan en un mar oscuro, lleno de tinieblas y olas encrespadas; símbolo de los poderes del mal. Los discípulos, huyendo del proyecto de Jesús, navegan en medio de tinieblas y sobre un mar picado, signo de las fuerzas negativas.
Cuando los discípulos se tropiezan con Jesús caminando sobre las aguas, se quedan sorprendidos y espantados. En primer lugar porque, según afirmaba la escritura en el libro de Job, «tan sólo Dios puede caminar sobre el dorso del mar». Pero su asombro se hace más grande cuando Jesús les dice: «Soy yo, no temáis». La expresión «soy yo», en la versión griega de la Biblia, se traduce por «Ego eimí», y se utiliza tan sólo para definir a Dios. Más concretamente para definir al Dios que ha decidido liberar a los esclavos hebreos que son explotados en las tierras bajas del país del Nilo.
Jesús, con el gesto de «ir a la montaña» y «caminar sobre las aguas» está anunciando a sus discípulos que el camino de Dios es la sencillez, la humildad y la propia entrega.
La tormenta se calma; cosa normal en el Mar de Galilea, que se halla hundido a 209 metros bajo el nivel del Mediterráneo. Ciertos vientos dominantes del Mediterráneo, se encajonan violentamente y provocan tempestades que levantan olas de hasta dos metros de altura. Estas bruscas tempestades no duraban más de media hora, pero eran suficientes para hacer zozobrar a las pequeñas embarcaciones pesqueras del siglo I.


Tempestad en el Mar de Galilea
El Mar de Galilea fue testigo de la mayor parte de la vida pública de Jesús.
Se trata de un lago situado en una fosa tectónica. La superficie de las aguas de este pequeño Mar interior se hallan a 209 metros bajo el nivel del mar. Esta situación provoca frecuentes tempestades con olas de hasta dos metros de altura.
El lago mide 22 Km. de largo por 13 de ancho (similar a la Albufera de Valencia) Las barcas utilizadas en tiempos de Jesús medían alrededor de 8 metros de longitud por 2’5 de anchura.
Cuando el viento era favorable, extendían su vela rectangular. Ocasionalmente eran impulsadas a remo.