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25/abr de 2015, Sábado 3º de Pascua

Tú tienes palabras de vida eterna
Muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen». Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie pude venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».
Juan 6, 60-69


Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Cafarnaún tendría, en tiempos de Jesús, unos 2.000 habitantes y contaba con una importante sinagoga. En ella se reunían los judíos los sábados para comentar y actualizar la Escritura. La arqueología ha descubierto las ruinas de esta gran Sinagoga que, en tiempos de Jesús, ya era muy importante.
Cien años después de la muerte de Jesús fue reconstruida con piedras blancas. Tenía una extensión de casi mil metros cuadrados. Esta sinagoga es citada en documentos antiguos por su belleza. Recibió el sobre nombre de «La Sinagoga Blanca», por el color de las piedras que formaban su exterior. A pesar de ello siempre conservó, (hasta nuestros días) sus cimientos hechos de piedra oscura de basalto. La planta y columnas de esta Sinagoga es una de las visitas obligadas de los peregrinos que se acercan a Tierra Santa.
En este escenario Jesús terminó diciendo algo muy simple, pero muy profundo: Que su persona era el verdadero alimento bajado del cielo, superior al alimento de los panes que él había multiplicado, y superior también al maná del desierto. Él era superior porque tenía capacidad de dar vida eterna.
¿Por qué esta propuesta de Jesús terminó siendo dura y escandalosa para los judíos.? Porque la entendieron al pie de la letra. Por eso Jesús pasó a explicarla: No se trataba de que comieran su carne física y humana, como si se tratara de un ritual caníbal; se trataba de participar en un signo que orientaba la vida total del cristiano.
Comulgar con Jesús no significa consumir la materialidad su carne y su sangre, sino estar unidos con todo el proyecto liberador que Él proclamó con su vida, muerte y resurrección.
La comunión con Cristo, y con la comunidad cristiana, transmite capacidad transformadora.
Quien se acerca a comulgar debe asumir que lo que da sentido a la vida es entregarse en la familia, en el trabajo, en la acción voluntaria, en el grupo de fe... en la clase y en el aula. En definitiva, ofrecer la propia vida para transformar la realidad, según ejemplo de Jesús.
La Eucaristía no es tan sólo una norma religiosa que hay que cumplir semanalmente. Seguir a Jesús afecta a nuestra forma de estar presentes en la común historia de la humanidad.
El educador que participa de la Eucaristía, debe vivir también en estrecha unión con aquellos chicos y chicas con quienes comparte la vida. Porque el proyecto de Jesús no se orienta tan sólo a celebrar determinados rituales religiosos, sino a hacer presente la vida y la salvación histórica que Él inició.

Detalles: Sinagoga de Cafarnaún

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