Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Azimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él contestó: “Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: «El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos»”.
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”.
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?» El respondió: «Tú lo has dicho».
Mateo 26,14-25
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Jesús y sus discípulos han iniciado la Cena Pascual. Según el antiguo ritual, de primer plato han comido una ensalada de lechugas amargas, -parecidas a la endivia-, mojadas en una salsa de especias llamada «haroset». Este primer planto significaba los amargos momentos que vivieron cuando eran esclavos. Lo acompañaban con una copa de vino.
Acto seguido el cabeza de familia, -en este caso Jesús-, ha pronunciado la «haggadá»; una oración en arameo que explica el significado de esta Cena y la necesidad de transmitir a las futuras generaciones el recuerdo de la liberación que Dios concedió al pueblo.
El segundo plato es el Cordero asado, acompañado con unas delgadas tortas de pan sin levadura. Ambos elementos simbolizan el tiempo nuevo. Jesús, como estaba expulsado de la sinagoga, no pudo comer el cordero. Ningún evangelio hace alusión al plato de cordero. Seguramente lo sustituyeron por un cabrito, ya sin ninguna resonancia ritual.
Luego cantaron los salmos 114-118 acompañándolos de unas copas de vino. Son salmos de alabanza y se llaman de «hallel», raíz de la palabra «aleluya».
La actitud de Jesús nos llama a revisar nuestras actitudes. Muchas veces pensamos que los gestos de perdón nacen de la cobardía. Pero, esto es sólo un prejuicio cultural.
El educador cristiano perdona y ve en el perdón un gesto de grandeza humana. Jesús nos invita a poner, con el perdón, punto final a la espiral de las pequeñas violencias que rodean nuestra vida.
¿Qué sabemos de Judas Iscariote?En este contexto aparece la siniestra figura de Judas Iscariote. Por su nombre sabemos que tenía fuertes tendencias nacionalistas. En nombre de Judas hace referencia a Simón Judas, uno de los guerrilleros Macabeos que se levantaron en armas contra la dominación griega. Por el apellido, Is’ Kariot, intuimos que procedía de una pequeña población de Judá llamada Kariot. Llama la atención que sea el único apóstol que no procede de Galilea.
Aunque tradicionalmente se ha visto en él el símbolo de la avaricia, porque administraba la bolsa común, los motivos históricos de su traición hay que situarlos en la concepción de Mesías que tenía. Judas se adhiere a Jesús porque cree que va a ser un mesías guerrillero... Cuando ve que no va a ser así, duda, se siente decepcionado y le entrega.
Las treinta monedas es una cantidad simbólica: Diez monedas más que el precio por el que fue vendido el patriarca José. Porque Jesús es más importante que este patriarca que, vendido por sus hermanos, llegó a ser virrey de Egipto y salvó a su familia.
Algunos comentaristas sugieren que Judas pudo ser un espía de los fariseos: Un «topo» del Sanedrín para controlar a Jesús. Tras haberle vendido, duda, intenta volverse atrás, le remuerde la conciencia... Los evangelios muestras a Judas con un perfil psicológico angustiado, que le conducirá finalmente al suicidio.
Frente a las turbulencias psicológicas de Judas, Jesús aparece sereno, consciente de la dura misión que le toca cumplir, ofreciendo perdón.
Las monedas de la traición
El Templo de Jerusalén era un centro religioso de primer orden. Pero también era el centro financiero y económico más importante de Asia Menor. El tesoro del Templo guardaba grandes cantidades de dinero y oro.
El «Libro de Cobre» de Qumrám cita 64 lugares secretos (situados en el desierto de Judá) donde se escondían estos tesoros en caso de peligro.
Quienes acudían al templo de Jerusalén debían comprar y vender con dinero acuñado en el Templo. Las monedas del Templo eran los siclos de plata.
En la imagen, anverso y reverso de dos siclos de plata.
Judas debió recibir 30 monedas, como las de la imagen, por su traición.
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