Dijo Jesús a los fariseos: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros”.
Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: «Donde yo voy no podéis venir vosotros»?” Y él continuaba: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados».
Ellos le decían: «¿Quién eres tú?» Jesús les contestó: «Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él». Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.
Y entonces dijo Jesús: “Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada”. Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
Juan 8, 21-30
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) El texto de hoy se centra en dos expresiones que quedan difuminadas para nosotros, pero que tenían mucha resonancia para los cristianos de cultura judía:
«Yo soy»Esta expresión no dice nada especial a las personas de nuestra cultura. Sin embargo para el pueblo de Israel era, nada más y nada menos, que le definición de Yahvé. Yahvé mismo se había revelado a Moisés como «Yo soy». Cuando Jesús dice de sí mismo «Yo soy», un escalofrío de ira debía recorrer el cuerpo de los escribas y fariseos. Con esta expresión, tomada de las Escrituras, Jesús se proclamaba a sí mismo como el enviado de Dios.
Mediante estas palabras las primeras comunidades cristianas están diciendo: Todo el amor de Dios se ha hecho presente en la persona de Jesús de Nazareth. Dios es humilde, sencillo, capaz de entregar la vida para salvación de las personas.
«Cuando levantéis...»Esta expresión era una expresión clásica que hacía referencia a la estancia del pueblo de Dios en el desierto. (Números 21,4-9)
Resultó que hallándose los israelitas en una región del desierto llamada Punon, se vieron atacados por una plaga de «serpientes abrasadoras», denominadas así por la alta fiebre que provocaba su mordedura.
Moisés curó al pueblo herido por estas serpientes, construyendo una gran serpiente de bronce y levantándola sobre un madero. Todos los que miraban la serpiente, quedaban curados.
Entre los pueblos orientales, la serpiente era signo de vida y tenía propiedades curativas. En el lugar geográfico donde se sitúa este relato, se han hallado restos arqueológicos que atestiguan la existencia de hornos de fundición de cobre. Existen estudios sobre creencias mágicas y los poderes curativos del bronce.
Los primeros cristianos comparaban a Jesús de Nazareth, levantado en la cruz, con la serpiente de bronce levantada en el desierto ante el pueblo. Jesús, al ser levantado en la cruz, ha traído la curación y salvación.
Para judíos y griegos era un escándalo el mensaje de los cristianos. Para la mentalidad griega y judía no era posible comprender cómo la salvación podía venir de un ajusticiado en la cruz. La gente común esperaba que la revelación divina estuviera precedida de cambios en los astros y esperaban que un poderoso profeta les comunicara la voluntad divina. Sin embargo, esto no ocurrió así, y no ocurrirá porque Dios habla a los seres humanos en la historia, no fuera de ella. Dios habla a los cristianos desde la persona sencilla de Jesús de Nazareth.
El educador cristiano abandona toda situación de privilegio y se hace comprensible, sencillo, cercano... a niños y jóvenes. Pero sin olvidar que «ha sido levantado» (puesto al frente con autoridad) para curar, sanar, ayudar a que la vida crezca, ofrecer motivos de esperanza...
Amuletos de bronce en el desierto
En algunas zonas del desierto del Sinaí se conocía la metalurgia del bronce; aleación obtenida al fundir cobre y estaño. El pueblo de Israel, en su caminar por el desierto, entró en contacto con esta cultura del Bronce.
El descubrimiento del bronce fue de vital importancia para el desarrollo de la humanidad. Su uso fue tan decisivo que, a algunos ídolos fabricados en bronce, se les atribuían propiedades mágicas y curativas.
Tal es el caso de las «serpientes» construidas en la región del Oasis de Feirán y en la zona de Punón (Sinaí).
Amuletos en forma de serpiente tenían la propiedad de curar de las picaduras de las «serpientes abrasadoras », especie del desierto cuya picadura provoca fiebre muy alta. Moisés «levantó» uno de estos amuletos de bronce para que el pueblo sanara.
Cobra negra. Desierto de Sinai |
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