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11/abr de 2015, Sábado de la Octava de Pascua

Id y predicad el Evangelio
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.
Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.
Marcos 16, 9-15

Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb) Los códices más antiguos del evangelio de Marcos no contienen el texto que hemos leído hoy. Este texto es un añadido, bastante tardío, que realizan las primeras comunidades cristianas para expresar la dificultad que tenían en creer.
Aquellos primeros cristianos que insertaron este texto eran sabios: No presentan una fe que se impone súbitamente, mediante una conversión de la noche a la mañana, o como un chaparrón que descarga muchos litros de agua de golpe... Presentan la fe como un proceso; como lluvia fina que cala poco a poco.
Este texto muestra claramente la falta de fe de muchos cristianos, representados por aquella primera comunidad a la que le cuesta adherirse a la fe: Los discípulos no creyeron a María Magdalena, ni tampoco a los compañeros de Emaús. Y Jesús terminó, en una tercera aparición, por echarles a la cara personalmente su falta de fe.
La lección de todo esto es clara: La fe es un proceso y un camino que se desarrolla progresivamente. Al final está Jesús.
El educador cristiano cuida para que la educación en la fe sea un camino progresivo.
Si la gradualidad y flexibilidad son necesarias en cualquier proceso educativo, con mayor razón deben presidir la educación en la fe.
Vivimos tiempos en los que muchos chicos y chicas acceden a la educación en la fe sin una base previa. Se afirma que estamos sumergidos en una «infancia pagana» que en la mayoría de casos nunca ha sido evangelizada.
El educador cristiano acoge a cada uno teniendo en cuenta la situación en la que se halla. Algunos chicos y chicas habrán tenido en su familia una sólida formación religiosa, mientras que otros carecen de esta base previa. El educador es flexible; se adapta a sus destinatarios. Y marca procesos graduales a través de los cuales los muchachos y muchachas comiencen por sentir y experimentar la fe cristiana.

María Magdalena
María Magdalena era natural de una pequeña población ribereña del Mar de Galilea (Magdala) de donde recibe el nombre. Ocupa un lugar importante en los relatos de la Pasión y Resurrección de Jesús. El evangelio de Mateo y Marcos la mencionan como una de las mujeres venidas de Galilea siguiendo a Jesús.
Ocupa un lugar privilegiado, junto con María la Madre de Jesús, en la crucifixión, hallándose junto a la cruz. Está también presente en los relatos de la resurrección, siendo la primera persona que vivió la resurrección. Ella fue la encargada de anunciar la resurrección de Jesús a los demás discípulos.
En ella se vislumbra que la resurrección no es sólo una evidencia física, sino también una experiencia interior. De su vivencia se desprende que a Jesús Resucitado no se le reconoce sólo con los ojos físicos, sino mediante una experiencia de fe personal y comunitaria; mediante compromiso en su seguimiento.

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